Unos se dedican a buscar empleo sin conseguirlo. Otros se la pasan con amigos sin buscarlo, revisando redes sociales o intentando avanzar en los niveles de algún juego en internet. También están los que hacen quehaceres domésticos o cuidan a algún familiar enfermo. Estas actividades son parte de la rutina diaria de Héctor, Eduardo, Kerly, Cynthia, Germán, jóvenes ninis, como se identifica a los chicos de entre 15 y 25 años que no estudian, ni trabajan.

Santa Elena y Chimborazo son las dos provincias del país con los mayores porcentajes de población de 19 años y más que no ha terminado el bachillerato general unificado (BGU).

Héctor y Eduardo, de 23 y 25 años, en su orden, estaban la mañana de un martes de diciembre último sentados en el muelle de la parroquia Anconcito, en Santa Elena. A ratos veían hacia el mar mientras escuchaban música en sus celulares. “No quise ir (al colegio), ya no quise estudiar, no va conmigo, no me gusta, me dedico a la pesca, pero estoy 4 meses sin trabajar”, dice Héctor.

Mientras, Eduardo solo terminó la primaria: “En la escuela yo era malo malo, me quedaba de año, yo ya no doy, no me gustaba”, justifica. Abandonó los estudios cuando tenía 12 años al migrar con sus padres del cantón Santa Ana, en Manabí, a Santa Elena. “Para la pesca no piden título de bachiller... Recién este año es que ya estoy sin trabajo”, afirma.

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Cynthia y Kerly, en cambio, abandonaron sus estudios a las edades de 15 y 17 años tras comprometerse y quedar embarazadas. Desde entonces su rutina incluye cocinar, lavar la ropa y otras actividades domésticas. Tampoco buscan empleo.

A sus 18 años Cynthia espera al segundo bebé: “Había pensado estudiar en el flexible (opción del Ministerio de Educación para que los jóvenes terminen sus niveles de educación), pero salí embarazada de nuevo. Me ponía inyecciones (como anticonceptivos), quizás alguna estaba caducada”, dice sobre su estado. Kerly, hoy con 20 años, afirma que quisiera retomar los libros, pero no puede dejar a su hijo con nadie en el cantón La Libertad, donde vive: “No se me enseña”, explica.

Análisis en América Latina

Un estudio titulado ‘Más habilidades para el trabajo y la vida: los aportes de la familia, la escuela, el entorno y el mundo laboral’, publicado en noviembre pasado por la Corporación Andina de Fomento (CAF), analiza la situación, en 18 países de América Latina, de este grupo conocido como los ninis.

En Ecuador –indica la CAF– alrededor del 20% de la población comprendida entre 15 y 25 años no estudiaba ni trabajaba en 2014. Se trata de un porcentaje que se ha mantenido desde 1992 en el país, al igual que en Bolivia y Argentina, mientras que en el resto de los países analizados ha disminuido.

El número de ninis varía cada año según las condiciones del mercado laboral. Por ejemplo, a nivel regional, casi la mitad de los ninis dejan de serlo al año siguiente porque encuentran algún empleo, indica el estudio de la CAF.

Si bien este reporte resalta sobre Ecuador el aumento del acceso a la educación en todos los niveles, también recalca que todavía hay el 15% de personas entre 12 y 18 años que no asiste a un establecimiento educativo. Y que a más de ello, “la tasa de finalización del nivel secundario es bajo: solo el 55% de los jóvenes ecuatorianos logra culminar la secundaria”.

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Abandono escolar

Según Lucila Berniell, economista principal de la Dirección de Investigaciones Socioeconómicas de la CAF, uno de los factores que dificultan el transitar de los estudiantes ecuatorianos por la educación general básica (EGB) y el bachillerato (BGU) es el bajo nivel de habilidades con el que de por sí entran al sistema educativo. En esto último, los menores que provienen de familias ubicadas en los quintiles más pobres son los más propensos a retrasarse en el proceso de aprendizaje. “Los niños de 5 años que viven en familias del cuartil más pobre tienen un desarrollo verbal que equivale a un retraso de aproximadamente 14 meses respecto de niños de igual edad que viven en hogares del cuartil más rico”, dice Berniell.

De allí que la etapa prenatal y los primeros cinco años de vida sean claves para el desarrollo futuro del capital humano que se forja en la escuela, en la familia, en el entorno social y laboral, agrega la especialista: “Las primeras dos décadas son claves y de estas, la primera infancia. Desde antes de nacer ya hay condiciones, por ejemplo, una mamá que no está bien alimentada, que sufre de estrés, puede transmitir y afectar a su bebé... Las malas condiciones prenatales influyen en la formación del cerebro y la capacidad de los niños de recuperarse de esas condiciones adversas... Los estudios muestran la importancia que tienen los primeros tres años en el desarrollo integral, físico y cognitivo”.

Es el caso de Cynthia y su hija de 2 años y medio a quien le diagnosticaron anemia. “Ella esta yendo al CNH (programa Creciendo con Nuestros Hijos del Ministerio de Inclusión Económica y Social que atiende a los bebés de 0 a 3 años) que por ahorita (sic) no tiene sede. Funciona en la sede de aquí del barrio (Muey, en el cantón Salinas)”, afirma la joven.

En Ecuador, 5’463.466 habitantes de 18 años de edad y más no habían terminado el BGU en 2015, según las últimas cifras disponibles. Es el caso de Germán Arias, de 24 años de edad y quien vive en la comunidad San Pablo del cantón Guano, Chimborazo. Él terminó la EGB y afirma que no siguió el bachillerato por falta de recursos económicos en su familia, por lo que tuvo que dedicarse a trabajar. Pero desde hace dos años no tiene un empleo fijo.

Difícil acceso a la universidad 

Milton Luna, coordinador del Contrato Social por la Educación, afirma que un estudio realizado en conjunto con la Universidad Andina Simón Bolívar, el que se publicará en poco tiempo, indica –a más del dato de la CAF– que el 25,4% de la población que tiene entre 18 y 24 años ni estudiaba ni trabajaba en Ecuador en diciembre de 2014. “Este porcentaje debió incrementarse desde entonces debido a la contracción del mercado laboral. Este fenómeno es atribuido al fracaso del bachillerato general unificado, que no logró dotar de las capacidades suficientes a los chicos para el acceso a las universidades...”, precisa.

Ricardo Ramírez, de 22 años, es bachiller en informática pero no siguió la universidad. Dice que ni siquiera lo intentó ya que por falta de recursos económicos tuvo que buscar trabajo. Por ahora está desempleado y lidia en Monte Sinaí, en el noroeste de Guayaquil, donde vive, con la adicción a la droga hache.

“Mantengo el hogar, usted sabe que cuando uno tiene mujer tiene que trabajar así sea en lo que sea para la comida”, dice después de revelar que la adicción a las drogas le llegó de su entorno social, en el barrio donde vivía. (I)