El racismo en Alemania y las drogas en Rusia. Salud, política y vida en La Mitad del Mundo.







Ecuador vivó a una inestabilidad política luego de la caída del gobierno de Abdalá Bucaram, el dólar se disparaba cada día, al igual que el desempleo, miles de médicos que se graduaron conmigo no teníamos trabajo,  éramos las primeras generaciones de médicos, desde el libre ingreso a las universidades en 1970 en un tiempo que para graduarse de médico general se necesitaba 8 años de estudio y para especialista 12.


Entonces me dedique a la producción y venta de plantas medicinales y luego traté de vender plantas medicinales en Rusia, para lo cual fui a estudiar con mi esposa y otros 28 ecuatorianos,  como hacer negocios en la nueva Federación de Rusia,  en la Politécnica de Volgogrado, después, legalice mi empresa ECUAPLANTA en Volgogrado, y durante 4 años vendí rosas al por mayor, desde mi bodega en Moscú, pues para vender mis plantas medicinales me pedían estudios de bioquímica y farmacológicos que me llevarían años.
Durante el tiempo que tuve mi bodega pagué a la Universidad Lomonosov, los estudios de una planta llamada guaviduca, por 4 años, pero no me dieron los resultados, tambíen un   arrendé un local situado en la facultad de mecánica, donde además estaba tambien Pony Express, un courier de un norteamericano y  había una la lavandería de autos, de la mafia rusa, que convocaba a los capos de la mafia.   En aquella lavandería de autos a mano, llegaban cada día autos lujosos,  que traían a prostitutas caras, muy elegantemente vestidas, que cobraban centenas de dólares.   Eran  nuevos tiempos en que las prostitutas de Rusia, y los mafiosos ganaban mucho dinero.
Cada mes iba a pagar mi arriendo en la Administración de la Universidad,  luego visitaba la facultad de Bioquímica, donde pagaba por los estudios en ratas, para ver de los efectos peligrosos de la guaviduca, la planta medicinal que había llevado a Rusia en 1992,  este era un requisito  que me exigían para poder legalizar la venta de esta planta en Rusia.  
En uno de mis viajes, tenía que  pasar por Frankfurt, en Alemania, para visitar a la GTZ, o Cooperación Alemana,  con la que había firmado un acuerdo para que hicierna estudios  la  esta planta llamada   en la Universidad de Munich, pero los alemanes no cumplieron con su parte del convenio firmado en la embajada de ese país en Quito.
Al llegar a Frankfurt, me hospedé en un hostal para estudiantes, donde había una gran habitación para extranjeros, entre los que estaba sobre todo gente de países árabes y yo,  otra habitación para hombres alemanes y otra para mujeres alemanas, que eran jóvenes estudiantes.
Este hostal estaba en un barrio estudiantil, donde las casas antiguas se habían convertido en cafeterías, discotecas, o bares, en sus calles eran empedradas con piedras planas,  no había circulación de vehículos, era peatonal.  Una noche fui a uno de esos bares, donde la música electrónica estruendosa animaba a una masa humana apiñada en un pequeño espacio, donde todos los jóvenes bebían cerveza sin control. En aquel lugar las personas estaba tan amontonadas, que era una odisea moverse para volver a comprar otra cerveza. 
En alemania se respiraba el racismo, su idioma y trato me parecían brutales, en las calles la policía andaba en patrulleros, donde por primera vez vi un hombre y una mujer patrullando en lujosos autos mercedes benz, al bajarse abrían la cajuela posterior y sacaban ametralladoras y fusiles, luego detenían a personas de la calle para pedirle documentos, andaban sobre todo detrás de los turcos, que sorprendentemente,  eran tanto o más altos que los alemanes.
Al día siguiente fui a encontrarme con el novio de mi hermana, que era un hombre casado,  gerente de la transnacional alemana SIEMENS, la más grande en la construcción de hospitales y equipos de hospital, al que lo fui a visitar en una clínica, pero sólo de dirigió dos palabras antes de enviarme a la cónsul de Ecuador en la ciudad, que fue la que me contactó con GTZ. 
 Me entregaron los resultados de la investigación de la guaviduca un papel barato amarillo, sin nada que identifique a la Universidad, al investigador, algo totalmente informal,  en el que señalaban que tenían compuestos útiles en  problemas hepáticos,  además tenía compuestos que podían ser usados en el manejo de enfermedades respiratorias, su mayor concentración era de sustancias antiespasmódicas, que podían ser usados para contrarrestar los espasmos de los músculos lisos intestinales, incluidos de las arterias pulmonares.
  Entonces ellos me preguntaron sobre la nueva ley que el gobierno ecuatoriano había hecho para prohibir las patentes sobre productos medicinales obtenidos de plantas medicinales o conocimientos indígenas ancestrales.  Al respecto yo no tenía idea, pero noté que ya no era de su interes continuar con la investigación y peor con la legalización de la patente de uso,  que era lo que se acordó en la embajada mediante el convenio. 
Entonces regresé a la residencia. En la residencia, los estudiantes alemanes estaban de fiesta, por el escándalo llegó la policía, pero en lugar de ir a la habitación donde estaba bailando y bebiendo los jóvenes alemanes, entró en la habitación donde estábamos los extranjeros, nos despertó y nos obligó a salir en pijamas.  Los árabes se mostraban atemorizados, pero yo, que ya conocía a los alemanes cuando fui médico en Atacames, sabía que si uno no les gritaba más duro que lo que ellos gritan,  si no se muestra más bravo que ellos,  corría la misma suerte de los judíos en los campos de concentración. Mi conducta alevosa, los frenó,  me permitieron volver a mi habitación, en tanto los demás fueron llevados a la estación de policía.
 Al llegar al enorme aeropuerto donde la mayoría de  los aviones eran de color azul oscuro, a diferencia del de Holanda que eran celestes, me puse en la fila para chequear mi pasaporte y equipaje, pero vino la policía,  me pidió que me pusiera en otra fila.  Aquella fila no era frente a un counter, sino a una habitación. Era la fila era de latinoamericanos, sobre todo  de colombianos y peruanos, al entrar en la habitación,  luego de chequear minuciosamente mi equipaje y a mí, se fijaron en  mi pasaporte,  vieron había algunas entradas y salidas a Rusia, Lima y la Habana por donde pasaban mis vuelos, me llevaron a otra habitación donde me pidieron que me desvistiera,  lo cual me molestó y me negué,  más aún cuando un colombiano que tenía su ropa bajo el brazo y  salía de la habitación contigua,  me dijo de le había hecho un tacto rectal,  para ver si portaba o no drogas. Me negué enérgicamente a someterme a aquel  trato humillante y brutal, los policías llamaron a la cónsul ecuatoriana, y cuando ya el avión está a punto de despegar,  calentando los motores en el filo de la pista, me llevaron en una patrulla al avión, que bajo la compuerta con gradas y puede viajar a Moscú.  
 Mientra viajaba meditaba en cómo nosotros les tratamos a los alemanes en Ecuador, donde son acogidos en nuestros hogares, son siempre bienvenidos, muy diferente a como ellos nos trataban en su país
También recordé a  la alemana que había destrozado a mi familia,  teniendo dos hijos fuera de matrimonio de mi padre y que lo explotaba, le sacó un edificio de 5 pisos en el barrio más caro de Quito, viajes de paseo por Sudamérica para sus hijos, estudios en el Colegio Alemán, algo que nosotros los hijos legítimos nunca tuvimos. Tambíen recordé como el amante alemán de mi hermana Pilar, Claus, que luego sería el padre de mi sobrina, apenas se atrevía a saludarme,  antes de deshacerse de mí lo más rápidamente posible. Pero recordaba a Bernardo M. el antropólogo alemán marido de Cita, una prima de mi esposa, que trabajó en Esmeraldas y para entonces trabajaba en Brasil, que era el europeo más honesto y gentil que había conocido. 
En Rusia, la venta de flores estaba de lo peor, en las mañanas iba a recorrer las estaciones del metro para buscar clientes, entonces en el meto de la Universidad Patricio Lumumba,  conocí a un africano, de Gabón, gordo, muy fornico,  era estudiantes de la Universidad de los Pueblos o Patricio Lumumba,  hijo de un diplomático de su país, hablaba 6 idiomas, francés, su lengua natal, inglés, español, árabe y ruso.  Tenía en la universidad kioscos para vender rollos y cámaras polaroid, que tomaban y revelaban la foto al instante, él estaba interesado en poner kioscos de flores en la universidad, y me invitó a una reunión en el comedor de la universidada pero luego subimos a  su habitación  donde tenían su mercadería.
Era una de las habitaciones más grandes de la residencia estudiantil, aemás tenía muchas bebidas caras como champán francés, whisky, vino,  pero él era abstemio, las conseguía del cuerpo diplomático de los países africanos,  que le daban para que vendiera en la universidad.  Los diplomáticos africanos en Rusia se habían convertido en contrabandistas y él, les vendía su contrabando.
A la entrada de su habitación había mensajes de mujeres y  corazones dibujados.  Me contó que las rusas lo buscaban, que era un exitoso amante gracias a que en su país,  a los jóvenes cuando son adolescentes,  les daban a beber una raíz que le hacía crecer el miembro y que lo mantenían erguido mucho tiempo.
Los estudiantes africanos de la Universidad Patricio Lumumba, había dejado de recibir el subsidio para alimentos y gastos personales de las becas que ofrecía la URSS, muchos no podían ni regresar a su país, la universidad les daba la habitación, y las clases gratis, pero no la alimentación, el vestuario el transporte,  por lo que ellos, al igual que los árabes,  que eran la mayoría de los estudiantes de esta universidad,  pues la mayoría de los latinoamericanos,   fueron regresados a sus países luego del colapso de la URSS.  Finalmente los estudiantes africanos de Moscú, se convirtieron en los principales microtraficantes de drogas para sobrevivir.



Me encontraba en la habitación de mi amigo cuando unos golpes típicos de la brutal policía rusa sonaron en la puerta. Mi amigo fue a abrir, eran dos policías vestidos de civil. Nos pidieron el pasaporte, luego intentaron llevar a la fuerza a mi amigo, creyendo que se sometería fácilmente,  como los demás estudiantes negros,  que eran tratados con un racimo insoportable,  pero éste que era un experto en artes marciales,  que cuando estudió en Francia, ganaba dinero extra en peleas callejeras,  no se dejó someter, los policías vacilaron, luego nos pidieron dinero, yo tenía la visa caducada,  entonces me vi en aprietos,  les tuvimos que dar doscientos dólares a cambio de que nos devuelvan los pasaportes y se marcharon.

Se terminó la prórroga de mi visa en Rusia, y no pude vender mi equipos y cuartos fríos. Le pedía a pícaro ecuatoriano Fidel V., que tenía una bodega, que me de un lugar en su bodega y que me los venda. Cerré el contrato con la universidad, con la policía que me daba protección dentro  de la universidad y a la que también tenía que pagarle cada mes.   Ellos me ayudaron los últimos meses dándome un puesto para vender flores en la facultad de Economía,   pero ya no podía continuar en el país.

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