La vida de Miyelis es una suerte de odisea, una encarnación de Homero si se quiere comparar. Esta mujer cubana no se rinde, no deja de pensar en que el futuro es de construcción, de “echar pa´ lante”.
Todo el mundo en la Isla sabe que esa es la historia más larga del mundo, que cuando tu abuelo suelta la primera palabra, el nudo de estambre se desata, las oraciones se encadenan unas con otras, los cuentos se conectan entre sí y poco a poco ante los ojos se va construyendo un eterno camino de palabras que le da la vuelta a Cuba, sale al mar y navega por el mundo hasta que la palabra tabaco echa torcedura, termina en la boca de un ruso en la Siberia.
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Tan lejos pueden llegar las historias como los barcos, tan cercanas al mar crecen las hojas que Cristóbal Colón descubrió en nombre del Viejo Mundo. El punto de partida a esta narración es desde hace más de dos siglos las manos de pinareños, gente del oeste, y no precisamente ensombrerada conquistando el desierto, sino manos simples y nobles que han elegido la tradición como forma de vida.
Entre los descendientes modernos está Miyelis Canales Machuat, una maestra de profesión y vocación, pero que ante las vicisitudes de la vida no le quedó otra opción que asumir el trabajo en la tierra como una forma de vida. Siete años atrás su esposo falleció y siendo la producción tabacalera el principal ingreso de su familia ella le puso empeño en sacar adelante la finca.
Pero no han sido pocas sus batallas, el año pasado Cuba registró uno de sus huracanes más fuertes de todos los tiempos, Ian con categoría 3 tocó tierra cubana justamente por la localidad de la Coloma, no muy distante de la finca de Miyelis, quien nos dice: “cuando paso por aquí, de 59 casas de tabaco que tenían estas tierras solo 6 quedaron en pie”.
“Te voy a ser sincera, yo no pensé que mi casa de tabaco hubiese estado en el piso, completamente destruida, porque no estaba nueva, pero no estaba en tan malas condiciones, pero ese ciclón, la parte más difícil fue después que pasó el ojo, todo quedó destruido, todos estos campos quedaron devastados, devastados completamente”.
Miyelis quien en su momento llena de lágrimas no supo que hacer cuenta que sus hijos estaban desalentados, pensaban que iba a ser imposible lograr una cosecha tabacalera, no sabían cómo levantar nuevamente una casa de cura porque carecían de los recursos. El huracán había dejado la producción de Pinar del Río totalmente en ruinas.
Pero no dándole cabida a la congoja la Canales reseña que ella y sus hijos reconstruyeron un sueño a base de escombros, rescataron la madera y los zinc que pudieron y con eso enfrentaron la desesperanza. Echaron pie en tierra y fueron capaces de ser hasta de los pocos productores que pudieron sembrar en la campaña anterior. Con la casa a medio hacer obtuvieron más del 50 por ciento del plan que debían acopiar.
“El tabaco lleva mucha dedicación pero la mayor satisfacción es ver el resultado final, cuando tienes un dinero que satisface todas las necesidades básicas de tu casa y otras que quizás no son tan básicas pero que hacen más humana tu vida.”
La vida de Miyelis es una suerte de odisea, una encarnación de Homero si se quiere comparar. Esta mujer cubana no se rinde, no deja de pensar en que el futuro es de construcción, de “echar pa´ lante”.
La historia del tabaco es larga, pero siempre tienen bocas que la cuenten, adeptos a desentrañar los misterios en las hojas. Entre el humo de un fumador, hecho formas tenue está la voz de los Indios Taínos, la voz que susurra “Cohiba”.