El coronavirus es posible que no sea tan dramático en la Amazonía de Ecuador, porque esta zona vivió la gripe española y los indígenas aprendieron a combatirla mediante el tabaco.
La epidemias respiratorias son lo mas peligroso que pude suceder en la Amazonía, en especial en la zona de Perú, donde los indígenas tiene mas contacto con colonos y mestizos, porque los ríos son mas navegables y por ellos circulan embarcaciones de mestizos y militares, que son las que frecuentemente llevan y traen enfermedades.
Por otra parte el gobierno de Rafael Correa, implementó hospitales, con certificación internacional, ambulancias y coordinó el funcionamiento de aeronaves que funcionan mejor que en el resto del país.
Coronavirus en Ecuador: así hacen frente al coronavirus los indígenas de la Amazonía (y cómo se preparan para una postpandemia de hambre, desempleo y trueque)
Cuando la antropóloga Andrea Bravo, estudiosa de la nacionalidad indígena huaorani, ingresó en el Parque Nacional Yasuní, el coronavirus ya le pisaba los talones.
Tan rápido avanzaba la pandemia, que Bravo terminó pasando dos meses en cuarentena en la Amazonía.
Pero ella no fue la única sorprendida por el veloz avance de la pandemia en Ecuador, que ya había hecho pie en las regiones Costa y Sierra.
"Muchos indígenas amazónicos acceden a noticias a través de las redes sociales, principalmente Facebook, y al inicio llegaba con la información una avalancha de fake news; para ellos fue fuerte el proceso de discernir qué era cierto y qué no", le dice Bravo a BBC Mundo.
Ante la abundancia de datos se activó entre los huaoranis la memoria de las epidemias recientes y fueron los mayores los encargados de hallar un sentido a lo que estaba sucediendo.
"Los ancianos empezaron un proceso de recordar la epidemia de la polio de los años 60, que fue su primera década del contacto; recordaron cómo era de terrible ver esas muertes y cómo hicieron los que se salvaron", señala Bravo.
A partir de la reactivación de la memoria, ancianos huaoranis se internaron en la selva para buscar su propio alimento y huir del virus SARS-CoV-2, como hace 60 años huyeron de la poliomielitis.
La época es propicia, es tiempo de frutos y de monos gordos, el alimento en la selva está garantizado, pero estas condiciones no se repiten a lo largo del año por lo que la solución puede ser temporal.
"La otra respuesta fue la reactivación del consumo de plantas a las que se les atribuye el potencial de aumentar la energía vital", añade la antropóloga.
Esta no es una respuesta exclusiva de los huaoranis. La Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana (CONFENIAE) ha recomendado a todas las etnias que se alejen de las ciudades, que se concentren en el cultivo de sus chacras, que bloqueen los accesos a sus comunidades y que recurran a la medicina natural.
Pero todas estas estrategias no han evitado que la pandemia se haya convertido en una amenaza de extinción para al menos una de estas nacionalidades.
De la parcela a la hectárea
Alejarse de los centros urbanos y volver a las fincas y a las chacras no obedece solamente a la pandemia, sino también a la crisis económica que esta trae consigo.
"Nosotros ya estamos proyectando lo que va a ocurrir después de la pandemia, va a venir la falta de trabajo en la ciudad y también va a venir el hambre", le dice a BBC News Mundo Rosa Cerda, vicepresidenta de la CONFENIAE.
Esta mujer del cantón Tena, provincia de Napo, añade que es fundamental "regresar al campo a sembrar chacras, huertas, fincas, porque no va a haber alimentos y vamos a tener problemas, todo va a ser el trueque, porque dinero no vamos a tener".
En la misma provincia, Lourdes Jipa, de la nacionalidad quijos, coincide en que la crisis económica será tan grave como la situación sanitaria.
"Si antes cultivábamos por parcela para dar de comer a nuestros hijos, ahora lo estamos haciendo por media hectárea, por hectárea, porque de eso tendríamos que vivir".
El gobierno de Ecuador ha anunciado un paquete de medidas económicas para enfrentar la crisis, incluido una reducción en el salario y la jornada laboral de los empleados del Estado y el cierre de empresas como la aerolínea nacional, el correo, los trenes y los medios públicos; lo que influirá en el índice de desempleo en las cuatro regiones del país.
A partir de esta crítica situación -provocada no solo por la pandemia sino por la caída en los precios del petróleo- han comenzado iniciativas de trueque en ciudades grandes ecuatorianas como Quito, Guayaquil y Cuenca, pero los indígenas lo practican desde tiempos ancestrales.
Trueque y productos procesados
El trueque se realiza no solamente entre las nacionalidades indígenas de la Amazonía sino también con regiones vecinas.
"La Sierra ecuatoriana tiene un tipo de productos, la Amazonía tiene otro tipo de productos, así que hacemos el truque, pero ahora con la pandemia no podemos hacerlo en grandes cantidades, porque a veces no tenemos movilización y en otras las vías están cerradas", explica Patricio Shiguango, presidente de las organizaciones indígenas de Napo, de nacionalidad kichwa.
Sin embargo, las nacionalidades no consumen solo lo que cultivan; los productos procesados de las ciudades también se han integrado a su dieta.
"Nosotros siempre hemos hablado de la soberanía alimentaria, de tener la chacra con la yuca, el plátano, la papaya, los árboles frutales, la papa china, pero nuestros hijos e hijas están acostumbrados a saborear otros sabores de la ciudad, entonces practicamos el trueque", cuenta Lourdes Jipa.
El recurrir a los productos de la ciudad no siempre responde a una cuestión de paladar, explica la antropóloga Andrea Bravo.
"Hay zonas como Miwaguno, donde hay casos de Covid-19 detectados, en los que la cercanía con la carretera redujo sus posibilidades de subsistencia tradicional, había problemas con los cultivos que la gente relacionaba con la contaminación, los ríos tenían poquísimo pescado; ellos para mantener su dieta dependían de atún, aceite y arroz, no dependían 100% de la selva".
Los alimentos procesados han provocado la aparición de nuevas enfermedades entre las nacionalidades indígenas como diabetes, presión alta y anemia, pero a veces son la única solución ante la escasez de productos locales.
En abril de este año, y como si la pandemia no fuera suficiente, se produjo un derrame de petróleo en los ríos amazónicos Quijos, Napo y Coca que obligaron a suspender la pesca, principal fuente de alimentación de la región.
Productos tradicionales y medicina occidental
Así como conviven los productos de la tierra con los alimentos procesados, en la Amazonía se recurre tanto a las medicinas ancestrales como a los productos farmacéuticos, aunque la pandemia también ha producido sus desequilibrios en esta convivencia.
"Los compañeros ven las noticias de lo que pasa en Guayaquil y prefieren morir en la casa que en el hospital, porque temen contagiarse ahí, donde lo único que ponen son esos tubos que lo matan a uno y no regresa más, por eso tomamos nuestras medicinas", manifiesta Rosa Cerda, Vicepresidenta de la CONFENIAE.
Los entrevistados por BBC News Mundo de las distintas nacionalidades indígenas hablan de productos naturales como la planta de la verbena, del ajo de monte; de las aguas de jengibre y del limón; del árbol de bálsamo, la cáscara de sangre de drago y de la hoja de menta.
El gobernador de Morona Santiago, Juan León, ha sido médico durante décadas en esa provincia y, con respecto a la medicina tradicional, indica que él no puede desconocer la fe que tienen los habitantes de las nacionalidades en los productos naturales.
"No tienen un valor científico, pero hacen sentir bien a los ciudadanos y los factores sociales y ambientales son muy importantes, aunque como médicos no podemos afirmar que tengan una eficacia contra el coronavirus".
Sin embargo, el recurrir a la medicina ancestral no es solo una estrategia, a veces es una respuesta a la falta de otro tipo de medicinas, como en Miwaguno.
"Los médicos detectaron en Coca (capital de Orellana) que había una mujer de aquí que estaba contagiada, y vinieron a detectar más, pero vinieron vacíos, sin medicamentos; les dijimos que traigan paracetamol pero nada, entonces la gente está cabreada y todo el mundo, contagiado o no, está tomando medicina ancestral", cuenta a BBC News Mundo el líder huaorani de esa comunidad, Juan Enomenga.
Detrás del debate sobre la eficacia de la medicina tradicional, existe otro aún más profundo, y es el de la eficacia del sistema de salud en la Amazonía ecuatoriana.
Para Salvador Quishpe, prefecto (autoridad elegida por el voto) de Zamora Chinchipe, "ni siquiera en las capitales de provincia existen hospitales con los suficientes equipos y menos insumos o medicamentos necesarios para enfrentar esta pandemia, ¿qué les queda a las comunidades ubicadas a cuatro o cinco horas de estas ciudades?".
Para Juan León, gobernador (autoridad designada por el presidente) de Morona Santiago, "el gobierno nacional hace esfuerzos con los recursos que tiene para emprender programas sociales; siempre los recursos serán insuficientes vista la dispersión de las poblaciones amazónicas".
Aislamiento
Hasta el lunes 25 de mayo, las provincias amazónicas habían registrado -según cifras oficiales- 928 casos de los 37.355 confirmados a nivel nacional (sólo la provincia de Pastaza superaba los 200 casos), favorecidas no solo por la política de autoaislamiento sino por la baja densidad de su población y la dispersión de las comunidades.
Mientras la provincia de Guayas, donde se encuentra Guayaquil, tenía -según el último censo de 2010- 236 personas por kilómetro cuadrado, y Pichincha, donde está Quito, llegaba a 270, la provincia amazónica más densamente poblada -Sucumbíos- apenas sumaba 9 habitantes por kilómetro cuadrado.
Otra ventaja al momento de enfrentar el virus es una antigua desventaja de la Amazonía, la mala infraestructura vial. Algunas poblaciones pueden ser alcanzadas a través de caminos, pero otras solo son accesibles por vías fluviales o en avioneta.
Estos caminos están ahora bloqueados, en ocasiones por fuerzas policiales y militares, en otras por las propias nacionalidades indígenas.
"Aquí en la provincia de Napo, la mayoría de la población que vive en la zona urbana ha optado por alejarse a la zona rural, la ciudad (Tena) ha quedado semivacía, el temor es que el virus llegue a las zonas rurales, por eso tratamos de evitar el ingreso de las personas de afuera", le dice a BBC News Mundo Lucy Rodríguez, abogada de nacionalidad kichwa.
Pero el virus ya ha llegado a las capitales de las provincias amazónicas, a hombros de personas que viajaron fuera del país, turistas y comerciantes que regresaron con mercancías de la Costa o de la Sierra, y la gente que está en las zonas más alejadas necesita productos de las ciudades.
El otro problema ha sido la actividad petrolera que no ha parado en provincias como Sucumbíos y Orellana, junto con otras actividades extractivas en la región.
"El gobierno nacional ha declarado el petróleo y la minería como un sector estratégico, y por más que estemos en cuarentena las actividades estratégicas no se suspenden: entonces ha habido un ir y venir de trabajadores petroleros y así llega el virus a las comunidades", señaló a BBC News Mundo Salvador Quishpe.
Esto es ratificado por la antropóloga Andrea Bravo, quien escuchó que en Pompeya, comunidad kichwa en Orellana, hubo casos positivos entre trabajadores que ofrecían servicios a las petroleras, "y eso que en ese sector del Parque Nacional Yasuní el control fue más estricto, no como en otras regiones".
Una zona donde el control no fue tan estricto es Miwaguno, donde el caso de contagio detectado en una mujer de esa comunidad provocó que, esta semana, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) expresará su alarma por el riesgo de propagación del coronavirus en territorio huaoarani.
Juan Enomenga cuenta que, para ellos, no es tan fácil aislarse más al interior de la selva porque podrían provocar un daño mayor en las tribus no contactadas.
"Cuando llegó la noticia del virus, la mayoría de los ancianos se fueron de aquí, una hora adentro del parque, a hacer chacra, a hacer cacería; pero nosotros, a tres horas de aquí, ya encontramos pueblos hermanos no contactados, y mi preocupación es que no podemos ir ahí a contagiar porque van a morir".
La gente multicolor
Cuando Juan Enomenga habla con BBC Mundo hace números. En su comunidad huaorani en la provincia de Orellana viven 165 personas y hasta el momento hay un caso confirmado y seis sospechosos. De extenderse el contagio podría acabar con las 40 familias de Miwaguno.
Pero las cuentas más drásticas las hacen en este momento los integrantes de la comunidad siekopai, en Sucumbíos, donde se habla de más de 10 contagiados para una nacionalidad de unas 700 personas.
"Somos una nacionalidad que está en peligro de extinción", le dice a BBC Mundo Lola Piaguaje, a quien la cuarentena la encontró en Quito y es la vicepresidenta de la nacionalidad siekopai, que significa personas de muchos colores.
"Tenemos nuestro idioma que es el paicoca -somos los únicos que lo hablamos-, no tenemos muchos abuelitos y dentro de ellos está el conocimiento ancestral, tampoco tenemos muchos hijos, uno o dos por familia".
Los siekopai han recurrido a la medicina ancestral y, según la vicepresidenta, algunos han mejorado, pero otros, como uno de los primeros maestros de la comunidad, ha tenido que ser hospitalizado en la capital provincial, Lago Agrio, y creen que dos ancianos murieron a comienzos del abril por el virus.
BBC Mundo le pregunta a Lola Piaguaje si no han podido aislarse más, hasta que termine la pandemia.
"Estamos en un territorio isla, rodeados por empresas petroleras, empresas explotadoras de la palma y colonos de otras provincias, no podemos salir y no tenemos forma de sustento porque está todo contaminado", responde.
Luego sigue haciendo cuentas.