Brigida Mosquera fue una de las primeras promotoras de salud de la ORGANIZACION CAMPESINA MUSNE ESMERALDAS_ OCAME. Pero además fue la tutora del primer centro infantil de la organización. Ella dirigía el rezo en la iglesia del Cabo San Francisco, que es la parroquia mas grande de la primera reserva marina de Sudamérica, la Reserva Galera San Francisco de unas 50.000 Ha.
Esta reserva tomó notoriedad cuando en la primera encíclica del Papa Francisco, se propuso como misión de su papado el proteger a la naturaleza, y luego con su visita a Ecuador, este empeño de que los católicos se sintieran responsables de la vida en este país el mas megadiverso del mundo fue su mensaje.
La OCAME fue la primera organización campesina de la costa ecuatoriana y fue creada por Julián y Graciano, dos sacerdotes de la Teología de la Liberación que escaparon en 1974, de la Operación Cóndor que se llevaba a cabo en el gobierno de Pinochet en Chile.
Cuando llegué como médico rural recién casado a hacer mi rural en el Cabo San Francisco en 1982, me tocó enfrentar eventos trascendentes. en la vida de Ecuador, como los primeros años de retorno de las elecciones, pues desde 1968 hasta 1979 vivimos bajo gobiernos militares con la ligera interrupción de un gobierno de Velasco Ibarra, que fue derrocado por un golpe estado.
Desde 1974 Ecuador empezó a vivir el llamado boom del petróleo, que llegó después de que en 1968 se terminó el boom del banano en Esmeraldas, con la salida de la United Fruit.
En estos años se construyó el oleoducto, el puerto petrolero de Balao y la Refinería Estatal de Esmeraldas, que era las megacontrucciones mas importantes del gobierno del General Rodríguez Lara, que fue derrocado por un golpe militar de otro general el general Durán Arcentales, que dio paso a una nueva constitución y tras ella, a elecciones en las que ganó Jaime Roldós.
Entre las primeras acciones de Roldós, fue respaldar a la Revolución Sandinista de Nicaragua, y envió a estudiantes del último año de medicina a apoyar los esfuerzos revolucionarios contra las enfermedades, que en Nicaragua diezmaban a la población, tanto como los contras, desde el Terremoto de Managu, y luego el derrocamiento del mas famoso dictador centroamericano Anastacio Somosa. Pero Roldós murió en un sospechoso accidente de avión el 24 de mayo de 1981.
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Mientras era médico en el pueblo, se presentó el Fenómeno del Niño, con inundaciones catastróficas que anegaron toda la costa ecuatoriana, con lluvias y aguas desbordadas, las carreteras desaparecieron, entre ellas las carretera de verano desde Tonchigue al Cabo San Francisco y la única forma de entrar y salir de la parroquia mas antigua de Esmeraldas, donde los españoles construyeron el primer faro de Sudamérica. era sólo por mar era posible llegar, pero era un mar embravecido y las embarcaciones parecía barquitos de papel frente a olas enormes.Entonces, quedé atrapado en el pueblo con mi joven esposa Verónica Maldonado hasta en el séptimo mes de gestación, en que por la agonía y posterior muerte de mi hermano mayor, salimos juzgándonos la vida en una lancha, que parecía iba a quebrase al caer del pico de las olas al vacío, que hicieron temer a mi joven esposa un aborto.
Cuando llegué, en una ranchera con mi esposa una cama, un televisor y todos los regalo de recién casados al Cabo San Francisco, el pueblo no tenía el subcentro de salud operativo, sólo la casa sin agua, electricidad, ni mobiliario. El pueblo tenía un ruidoso motor eléctrico, que operaba por horas, pero que cuando se conectaban dos planchas se apagaba. Llegué con mi suegra que nos acompañaba y en la puerta del subcentro nos recibió la mas temida serpiente de la zona, una equis, por suerte al frente del dispensario vivía el culebrero, que curaba las picaduras de serpiente, y su joven hijo vino a tiempo. cuando los curiosos del pueblo con nuestra rara llegada, fueron a pedirle auxilio.
En el subcentro aprendimos a convivir con avispas, que tenían su casa en cada esquina exterior, con mosquitos, iguanas, escorpiones, cangrejos gigantes, que llegaban en la noche desde el río, lo peor era unas hormigas voladoras gigantes y temibles por su veneno llamada congas, incluso los caballos llegaban en la noche a meter su cabeza por la ventana, causándonos tremendos sustos. El hombre que limpiaba la maleza del subcentro era un famoso asesino, que acostumbraba a secar la carne de sus víctimas y las llevaba en su bolsillo posterior. como talismán o contra para sus enemigos. Llegamos en un tiempo en que la vida social giraba alrededor de los pescadores. que el sábado se reunían en los salones de baile, donde los caballos esperaban a sus dueños amarrados en la calle.
Con mi propio menaje equipé la parte de vivienda del subcentro, logré equipar el consultorio y tener algunos medicamentos, que pronto fueron escasos cuando entramos en aislamiento por las inundaciones.
Entonces fui a buscar a la partera del pueblo y a la curandera para hacer un trabajo conjunto y al mismo tiempo puede hacer una investigación de las plantas medicinales y los alimentos, que fueron muy importantes en la investigación que mi profesor Eduardo Estrella de la Universidad Central publicara un libro llamado EL PAN DE AMERICA.
El trabajo exitosos en equipo con la partera y la curandera que era la señora Brígida y el culebrero a quienes conocí antes de llegar como médico, pues en 1978, mientras era estudiante, participé en un taller para los promotores de salud de OCAME en su finca de Puerto Nuevo, enseñándoles parasitología, que era lo que había terminado de estudiar en mi tercer años de medicina y eso despertó nuestra confianza mutua y sobre todo un cariño inestimable, que fue puesto a prueba muchas veces.
Para aquellos tiempos los médicos rurales, que hacíamos el ultimo año de estudio, en los subcentros del Ministerio de Salud Publica, teníamos la mentalidad y la consigna de desacreditar a la medicina tradicional ecuatoriana. Acusábamos a las parteras de ser la primera causa del tétanos infantil, que era la mayor causa de muerte en neonatos, y de la muerte por diarreas a las curanderas, porque los campesinos iban primero donde ellas con sus niños enfermos, a que les curen de espanto, mal ojo o mal aire, y luego donde el doctor y este tiempo perdido antes de iniciar una pronta rehidratación era la excusa principal que tenían los inexpertos médicos principiantes para librase de cualquier culpa por la muerte infantil. Mi mas querido profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Central Eduardo Estrella, de quien fui ayudante de cátedra, y había escrito un libro llamado MEDICINA ABORIGEN, que me dio luces para entender las parteras, curanderas o sobadores y para trabajar a gusto con ellas.
Gracias a doña Brígida, pude aprender a usar y recogí información de los alimentos y las plantas medicinales del Cabo San Francisco que es uno de los últimos lugares de la costa del Pacífico de Sudamérica que tenía y ahora aun tiene pero mucho menos, el bosque húmedo tropical costero, con árboles codiciados en extinción, como el caoba, ébano tropical o tangaré. Aquel aislamiento hizo brotar de la tierra y del mar una extraordinaria cantidad de plantas medicinales, plantas útiles, alimenticias, peces, crustáceos, que el pueblo había olvidado como usarlos, por lo que fue un momento estelar para recoger información y salvar la memoria del pueblo. En aquellos años la OCAME, así como Julián y Graciano se pronunciaron a favor de la Revolución Sandinista, hasta en la iglesia pintaron en lugar de soldados romanos torturando a Cristo, soldados y tanques con el uniforme militar y metrallas, torturando a campesinos como en Chile, y un Cristo negro crucificado en un árbol a punto de cortase con una motosierra
En tanto a mi me detuvieron por haber sido un colaborador de OCAME, y me torturaron por 8 horas en la Base Naval de Balao el 30 de agosto de 1985, a pocos días antes de que naciera mi segunda hija Carmen Verónica. Entonces era médico privado en Atacames, había creado las brigadas barriales de salud del pueblo y mantenía contacto con los promotores de salud de Muisne. pero la persecución política de Leon Febres Coredero se convirtió en la presencia frecuente de policías que iban a comer al frente de mi consultorio. En esos años además llegó una peste de tifoidea y malaria, que ahuyentó a los hippies, que desde los años 70 habían creado una colonia en el Cantón. En la crisis sanitaria, se me ocurrió dar crédito a los enfermos, y estos nunca regresaron a pagarme, lo que me llevó a la quiebra, por lo que volví a mi ciudad natal, Quito, a crear una empresa productora de plantas medicinales llamada Ecuaplanta.
Doña Brígida fue quien me enseñó el poder de la fe como recurso terapéutico, y creo que la ciencia, las plantas medicinales y la fe son la combinación perfecta para curar, pues un día me tocó salvar a mi principal amigo y socio en Atacames, Elmer Sebastián Ojeda, quien en la peste de tifoidea, sufrió una apendicitis, mal operada en una clínica de Esmeraldas, donde olvidaron una gasa y una pinza dentro de los intestinos, lo que le produjo un abdomen agudo, que lo trajo a Quito a la Clínica Pasteur primero y luego a la Clínica San Francisco, donde luego de meses de fracasos terapéuticos lo mandaron a morir en la ciudad de Santo Domingo.
Cuando lo fui a visitar estaba en agonía, era hueso y pellejo, con el abdomen abierto, de donde emanaba una pestilencia insoportable, que obligaba a las visitas que iban a acompañarlo en agonía a estar a una cuadra de distancia, esperando su muerte en la calle. Don Elmer tomó mis cabeza y la cerco a su boca para decirme que tenía fe en mí y en Dios, que usara plantas medicinales para curarlo. Usé una planta llamada matico, haciéndole lavados intestinales durante meses, que los empecé yo y los continuo su
esposa, doña Mechita, así se curó e incluso tuvo otro hijo. Aquel horrible orificio en su abdomen se cerró espontáneamente con piel, aunque no tenía músculos por detrás. Estoy convencido de lo que me enseño Brígida, que la fe de don Elmer, la planta medicinal con los cuidados del médico y su esposa fueron los que lo salvaron, luego de que todos los antibióticos fracasaron.
Años mas tarde volvimos a vernos con Brigida cuando llevaba voluntarios de la Fundación Ecotrackers al el Cabo. En el 2010 la busqué para recoger su memoria en un documental para Ecuador TV, llamado LOS PRIMEROS PROMOTORES DE SALUD.
Pero lo mas extraordinario que ocurrió es que 30 año después, en el 2015, volví a ser el médico, pero esta vez del Seguro Social Campesino en el Cabo San Francisco y en toda la Reserva Marina desde Galera.
Mientras era médico del Cabo, la visitaba en su casa, mi esposa Verónica, que le llevaba regalitos, mis hijas oyeron de su boca nuestra historia en el Cabo, e incluso le llevamos los recuerdos de la llegada del Papa Francisco. a quien ella prácticamente lo veneraba, y en quien creía tanto como en su San Francisco, que le ayudaba a curar y en muchos casos, me pareció que de forma milagrosa, por lo que recomendaba a mis pacientes hacerse tratar por ella, cuando sabía que las esperanzas, o la fe de mis enfermos ya no existía y que la medicina era inútil.
Pero un día, uno de los ex dirigentes dijo que no querían médicos viejos en el Seguro Social Campesino del Cabo. Yo no me sentía viejo, es mas, me parecía que los de mi misma edad sesenta años, e incluso la gente de apenas treinta años del pueblo estaba mucho mas deteriorados que yo, porque eran alcohólicos, drogadictos, o sedentarios, y obesos, Esto se había vuelto una peste en el pueblo. Cuando lo encontré al que dijo que no quería médicos viejos, refiriéndose a mí y al dentista Fulton Gracia, le reté a que probara que yo era mas viejo que él en una pelea, y fue en la carretera, nos fuimos de puños, esto fue un escándalo que llegó hasta las oficinas del IESS de Esmeraldas, la capital provincial. e incluso Quito.
El Dr. Carabalí entonces director del Seguro Social Campesino vino al pueblo para un juicio contra mí, en que participaron como nunca todos los afiliados y los curiosos del pueblo, incluso dos médicos cubanos que lo acompañaban veían con asombro aquella enorme reunión, que en un principio creyeron se debía a su llegada, pero luego se enteraron que era para tratar el asunto del médico que se iba de puñetes con los afiliados.
A las puertas del subcentro que recién lo había remodelado el gobierno de Rafael Correa, ante centenares de personas, Brígida me defendió y fueron sus palabras las que permitieron que yo continuara trabajando en el pueble hasta el 24 de marzo el año 2017, en que fui despedido, luego de una golpiza por la que fui hospitalizado. La causa de ese ataque en un camino obscuro en Same de dos alcohólicos drogadictos ricos de ese pueblo, fue por defender a Rafael Correa y a su candidato, el traidor presidente Lenin Moreno, el 24 de noviembre del 2016. y lo que mas me duele es que en aquella pelea, los que me atacaron me decían que Lenin Moreno cobraba 16.000 dólares mensuales para vivir como un rey en Suiza, como delegado de Correa
en la ONU, que tenía dinero escondido en Panamá, que era un mentiroso imparable, todo aquello que hoy el pueblo ecuatoriano ha comprobado, mientras yo ciego lo defendía a capa y espada.
Finalmente el gobierno del que defendía a capa y espada, fue el que me dejó afuera, mediante un tal Rodrigo Mendoza que era jefe de personal en el IESS que cumplía órdenes de Richard Espinoza, el director del IESS que a espaldas de Correa, en contubernio con los que ahora son los asambleistas tridores, dividían a Alianza Pais, creando un gurpo dentro de ella llamada NUEVA GENERACION y la razón fue simplemente el no ser traidor, como los demás de mi ex partido Alianza País, la causa de mi ilegal despido pues como médico de la zona del terremoto no lo podían hacer segun el decreto de emergencia que se hizo para ese momento. Hoy ese funcionario esta inculpado en actos de corrupción, Richar Espinoza es embajador de Canadá y Moreno le dio esa embajada pra librarslo de denuncias de corrupción y son como muchos mas de este gobierno neoliberal protegido y sostenido por Donal Trump, que nos ha invadido con dos bases militares norteamericanas, una en Manta y otra en Galápagos.
Pero el momento mas dramático que compartimos con Brígida, fue lo vivido durante casi un año desde que sucedió el TERREMOTO DEL 16 DE ABRIL DEL 2017. Ese día la tierra tembló destruyendo mas de mil kilómetros en la costa ecuatoriana, el epicentro fue frente a Pedernales un cantón de la vecina provincia de Manabí situado a menos de 30 km del Cabo San Francisco. En la Isla de Muisne la gente entró en pánico, pues el mar ser retiró y todos pensaron que al terremoto le seguiría un tsunami, las embarcaciones no fueron suficientes, así que los padres cargando a sus hijos se metieron en el estuario que separa la isla del continente, caminaron con el agua al cuello hasta llegar a la otra orilla, temiendo lo peor, que venga una enorme ola y los haga desaparecer.
En el Cabo de San Francisco las casas se cuarteaban, el pánico los llevó hasta sitios seguros en lo alto de una loma, también temiendo que se venga un maremoto. Al día siguiente, nadie quería volver a sus casas, porque las réplicas que duraron hasta febrero del año siguiente el 2018, los sacaba asustados. Se construyeron carpas de plástico negro por todos los pueblos de la costa, luego llegaron las carpas chinas de color azul, que se establecieron en la entrada de la carretera principal antes de llegar a Muisne, en la desviación a Bunche, otra mas arriba el Palma Real, y en Chamanga, situada frente a Pedernales, donde el terremoto fue devastador. En los demás pueblos, las carpas de plástico negro eran el refugio a lo largo y ancho del Cantón Muisne.
Brigida vivió en una de esa carpas de plástico con su hijo Alejandro, que la cuidaba día y noche y con el auxilio de su hija y de otro de sus hijos que le levaban comida, la ayuda del gobierno no se hizo faltar ni la ayuda privada, los alimentos, vestuario, colchones, cocinas, atención médica llegaba frecuentemente. Como medico del cabo, convertí a Brigida y a Alejandro su hijo en mis ojos y mis oídos, para ver y entender como la gente soportaba en las carpas viviendo en campamentos improvisados de refugiados del terremoto, donde todos tenían que compartir y tolerar al vecino que estaba mas cerca que nunca. La tres mil quinientas réplicas del terremoto causaron trauma no sólo en la población sino incluso en mí, que tenía que dormir en una casa en Same, junto a los policías de Tonchigue, que tenían un UPC una unidad de policía comunitaria en el departamento adjunto. En uno de esos temblores, la puerta de mi habitación se trabó, logré abrirla a media noche y acudí a ayudar a los policías que no podían abrir la suya y esperaban morir bajo la loza mientras las paredes que se cuarteaban. Desde aquella noche dormía en el portal de mi apartamento, con la mitad del cuerpo dentro y la otra mitad fuera, a la intemperie, lleno de repelente para que los mosquitos no me devoren. En los dispensarios de Quingue y el Cabo, donde trabajaba, a menudo teníamos que correr con los pacientes, cuando percibíamos el menor sacudón, Estábamos tan sugestionados y vivíamos tanta zozobra y nerviosismo, que nada era normal, parecía que todo el día estábamos despiertos o nos despertábamos a cada rato en la noche, que envejecíamos a pasos agigantados. Cierta noche que Verónica, mi esposa, vino a visitarme en Same, ella se dio vuelta en la cama mientras dormía, asustado me desperté para sacarla a la carrera al jardín, el simple movimiento de la cama ya me ponía en polvorosa. Brigida todas las tardes dirigía el rezo de los vecinos del Cabo, pidiendo a Dios que calmara a la enfurecida naturaleza y por las mañanas no faltaba la madre que trajera a su niño para curarlo de espanto con la mas famosa curandera del pueblo.
Luego de 71 días de encierro por la pandemia, ser robado el celular donde tenía su teléfono, perder contacto y tras varios intentos de volver a trabajar en el Cabo cerca de ella, a quien después de mi abuela, que murió en 1997, la consideraba mi madre espiritual y mi maestra, hoy me siento a escribir esto para que su vida no sea solo un soplo que el viento se llevó.