Ecorastreadores en el Río Morona en los tiempos del presidente Palacio y Correa de Ecuador




El regreso del puerto de San Lorenzo en el Río Amazonas fue tortuoso, y una prueba de la calidad moral de los voluntarios, que en ese momento eran dos australianos, dos neozelandeses y una norteamericana; en el viaje tambíen estábamos Antonella, mi hija mayor, que entonces tenía 24 años,  y Doménica,  mi hija menor,  que para entonces tenía 13 años, y una periodista del diario El Universo a la que Rafael Correa, luego llamó "la Gordita horrorosa",  Ecuador había clasificado por segunda vez al mundial de futbolt.
























Cuando llegamos a San Lorenzo, Orlando Montúfar, nuestro capitán, piloto de la embarcación , y guía de la espedición, organizó un  encuentro de futbol mixto, con un equipo local, que como el nuestro, debía tener hombres y mujeres, entre los jugadores apareció un español muy alto, llamado Rafael Alvarez, que nos dió alcance viajando por tierra desde Tumbes. Orlando tenía las camisetas de la selección de Ecuador que en la parte anterior decía Ecomorona, y atrás el numero, a mi me tocó el 9,  nos pusimos las camisetas, el equipo local tenía la camiseta de la selección del Perú, el partido fué de lo más alegre, lleno de buen humor, y finalmente el equipo de San Lorenzo nos ganó, lo que fue bueno pues mi padre me enseñó que la mejor forma de ganarse a los habitantes y vecinos de un pueblo es perdiendo en los cotejos deportivos, y la peor forma de relacionarse con ellos es ganándoles.  Para consolarnos por nuestra derrota los curiosos nos regalaban cervezas, trago, comida, nuestas muchachas  eran las más altas en el pueblo,  así como nuestros voluntarios, eran motivo de curiosidad.  Nunca pensaron que en Ecuador había muchachas como mis hijas,  ni tantos gringos.

A los pocos metros del muelle de San Lorenzo, la barra que movía la hélice del motor que se movía a nivel superficial del agua, se rompió, entonces todos los que estabamos a bordo tuvimos que poner dinero para la reparación.  Por suerte esto nos sucedió  antes de entrar en el Río Morona, donde hubiese sido imposible encontrar un soldador.   Aquella contribución extra enfadó a los australianos  y neozelandeses, que pusieron en evidencia su tacañería,  su falta de generosidad, su consciencia de backpacker, que  había convertido a los turistas en  buitres de países pobres, que sacaban provecho de la angustia económica que vivíamos en ese momento los habitantes de América Latina, en esepecial de países como Guatemala, Ecuador y Bolivia, que les resultaban extremadamente baratos, porque se podía comer un almuerzo por un dólar, dormir en un hotel por dos, o tener una hora de español personalizado,  por cinco.

En ese momento crítico, luego de que habían disfrutado de una aventura placentera, novedosa, extraordinaria, única, irrepetible, al Río Amazonas, aquel daño en el motor, pero sobre todo la cuota extra, que apenas era para reunir 80 dolares,  les molestó, hasta  les ofendió por lo que me enfadé, terminé poniendo todo el dinero que tenía a tal punto que cuando llegamos a Macas, ellos tenían dinero para pagar el pasaje en bus a Quito, en tanto Antonella, Doménica y yo tendríamo que dormir en el terminal hasta que mi esposa Verónica nos envíe dinero o los pasajes de Quito. La voluntaria norteamericana se apiadó al vernos agotados, hambrientos,  acomódándonos en el piso de la terminal para reposar, y nos compró el pasaje.   
Aquella experiencia sacudió mi consciencia, desde hacía años me había convertido en un peón servil de gringos muertos de hambre, oportunistas,  parásitos de países pobres, que como pirañas,  eran despiadados para aprovecharse de las oportunidades de tener, comida, casa, viajes, etc., gratis.  Lonely Planet , su guía, su biblia, para moverse en el mundo como backpackers, le había convertido en adoradores de los dioses oportunidad, ahorro, tacañería, en seres intrascendentes en su propio país y en los lugares por los que pasaban,  seres humanos a los que les resultaba de lo mas fácil cambiar de un lugar a otro, de una persona a otra, de un dia a otro,  como las páginas de su infaltables libros, dejar atrás el pasado, ser indolentes, insensibles, mecánicos, y brutal o viceralmente oportunistas. 

 A diferencia de nosotros los latinos que pensamos que la vida en un corsi y recorsi en espiral, como decían los romanos, en que el pasado siempre regresa, incluso las personas trascendentes del pasado, sólo que en un tiempo, lugar  y momento diferente, ellos pensaban que la vida es un camino sin retorno,  que el pasado, con sus momentos, personas, situaciones, vivencias son pasajeras, se quedan atrás, no retornan, por lo cual desde niños aprenden a dar la espalda a aquello que les inconomoda, molesta, estorba,  a mirar simpre hacia adelante, no volver a leer la página o el libro ya leido.  
Es más,  a pesar de que tuve socios como el inglés David Tuckett, que se convirtió en mi mejor amigo, mi segundo padre,  mi consuelo, la persona que me salvó en los momentos más angustiosos y difíciles, cuando era un veterano de mas de 70 años, que todos los años nos venía a dar aliento. David se desempeñaba como admistrador de la Fundación, pero  tuve voluntarios que nos ayudaron de mil maneras, construyendo en nuestra sede, haciendo un trabajo maravillo en las comunidades, tomando fotos o haciendo reportes encantadores, pero al final, los que eran lo peor de lo peor, pesaron más, nos destrozaron moral y económicamente y hasta nos robaron las ideas de nuestro trabajo, y se convirtieron en nuestra competencia, utilizando incluso lugares y comunidades trabajadas por nosotros durante muchos años.

A no dudarlo, sabía que este trabajo de complacer a backpackers era no sólo arriesgado,  peligroso,  mal pagado, sino que me exponía a mí y a mi familia.  A pesar de aquellas decepciones, antes,  hice un recorrido por el camino de los Incas con dos españoles extraoridinarios, fueron los primeros voluntarios de habla hispana, que aliviaron el resentimiento que tenía contra los españoles, pues mi abuela, que era española, no me dejó buenos recuerdos y la historia que me contaron desde la escuela, los calificaba como los peores seres humanos que pisaron mi país. Con aquellos españoles además viajamos desde los Ilinizas a Santo Domingo, por la  montaña, descubriendo una enorme y bella cascada,  luego tuvimos una maravillosa reunión con los Tsáchilas y Alfonso Aguavil,  que nos incluyeron en una ceremonia en su fiesta sagrada, en la que tomamos ayahuasca;  el voluntario alemán que nos acompañaba que era un genio de las computadoras,  tuvo un sueño con conejos rosados, pues en Suiza era un investigador de la biónica, luego de su sueño nos explicaba que el trabajo de el era crear computadoras que se pudieran auto-reparar, que sólo los seres vivos se autoreparaban, así que procuraba poner chips en cerebros de animales, para que el cerebro funcionara como una computadora.   Aquello me pareció demente, en el 2006,  pero ahora que la inteligencia artificial está invadiendo la vida humana, que los chinos venden hígados y riñones para transplantes en humanos,  que son producidos por manipulación genética de cerdos a los que se les pone cromosomas y genes humanos, aquello que  decía  ya no me parece desquiciado.

Un segundo voluntario de habla hispana fué un agradable y simpático colombiano que viajó por los lugares que le recomendamos, e hizo las más bellas fotos de aquellos lugares, era un joven periodista y sabía de fotografía, su nombre: Federico Ruiz.


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