Los dólares que Ecotrackers logró reunir trabajando con Word Challenge, financiaron el viaje de Antonella, mi hija mayor, y miembro de la Fundación, a Holanda para captar voluntarios y estudiantes de español. Sus conocimientos de inglés, su experiencia como profesora de Español, el conocimiento que tenía de las comunidades y del trabajo de los voluntarios, y sobre todo la oferta que hicieron los voluntarios holandeses de acogerla y ayudarla para que ella pudiera captar más voluntarios en Holanda, que cuando en ese momento eran los mejores voluntarios que habíamos tenido porque a mas de su buen trabajo en las comunidades, nos ayudaron a construir una cubierta en la terraza de nuestra sede en Quito, especialmente un chico holandés llamado Jeroen.
Pero cuando Antonella llegó a Holanda donde sólo podía permanecer tres meses que le permitía su visa de turista, no sólo que vivió la decepción de saber que los holandeses eran muy diferentes en Holanda de lo que parecían en Ecuador. Eran unos fríos, calculadores, en su país, donde los latinos éramos seres de segunda categoría que les incomodábamos cuando no les dábamos dinero o placeres, eran unos mentirosos en América Latina, que procuraban vivir y gozar gratis. Las dos muchachas que fueron sus alumnas de español en Ecuador, se deshicieron de ella tan pronto pasó una semana, mientras aquí las mantuvimos y cuidamos por meses.
María Eugenia, un compañera de estudios en la Facultad de Medicina que fue reina de la Facultad, y compañera de estudios hasta 7 años en que fuí a hacer mi internado rotativo en el Hospital Delfina Torres de Esmeraldas, y luego mi rural en El Cabo de San Francisco, y ella en Galápagos, donde conoció a un holandés que se convirtió en su marido.
Antonella para sobrevivir en Holanda fué a trabajar realizando trabajos básicos en restaurantes, hasta que se terminó la visa, por tres meses en uno de los países más caros y humanamente más fríos del mundo, al que no quiso volver a pesar de que su enamorado por más tiempo, que era holandés, intentó por todos los medios de casarse y llevarla a vivir allá.
El viaje de Antonella a Holanda, y la traición de Andy, el escocés nos enseñó de primera mano que los voluntarios extranjeros, llamados baby boomers, eran solo unos aventureros oportunistas, que convertidos en backpakers tenían por obsesión viajar por el mundo aprovechando la pobreza de los países, el alto valor del dólar, su juventud, y los grandes salarios o propinas que les permitía trabajar 6 meses y viajar por Guatemala, Ecuador y Bolivia, el sudeste de Asia, India, por largo tiempo, pero eso se terminó en el 2008 cuando se dió la crisis inmobiliaria en Estados Unidos y Europa, porque desaparecieron los trabajos temporales para los estudiantes europeos y norteamericanos, y estos fueron ralizados por los migrantes, que desde entonces empezaron a invardir masivamente a norteamérica y los países de la Europa Occidental.
En San José de Morona, allá enviamos al primer grupo que incluía un holadés, y autralianos que dede la fundación de Ecotrakers estuvieron siempre entre los voluntarios, hombres y mujeres mas entusiastas aventureros.
Ayer ha vuelto a Ecotrackers Orlando Montúfar, para volver a buscar voluntarios extrajeros y revitalizar la vía fluvial por el Río Morona, al Amazonas, que por el problema de la crisis Peruana, que ahora pretenden culparla a los migrantes venezolanos, que según las noticias son más de un millon y medio que han llegado a Perú, sea de paso hacia Chile o a la Argentina pero muchos de ellos se han radicado en Perú, y a los que se les acusa de la violencia y el deterioro del país.
El gobierno de Perú, ha cerrado las fronteras y esto ha producido una crisis humanitaria.
En el primer grupo de voluntarios, se adecuó en el Colegio San José de Morona, dirigido por el profesor Villareal, una casa para que los voluntarios llegaran a hospedarse en ella. Algo que difería de los otros lugares en los que trabajábamos, pues el trabajo de los voluntarios era con los estudiantes y padres de familia de la comunidad.
En el primer viaje a San José de Morona, en que fué Antonella, mi hija y David Tucket, para organizar el trabajo de los voluntarios en el Colegio, llegamos con el grupo y en una noche con los shamanes del lugar hicimos una ceremonia de ayahuashca, David y yo no tomamos el brevaje, pues a mi me producía un vomito y diarrea incontrolables, debido a que produce hipertención cerebral y por ello recomende a Davir no tomar, pues era un riesgo, además me responsabilicé por controlar que los voluntarios y Antenella no pudieran complicarse, sabía que a la ayahuashca se la frena con agua azucarada que la tenía lista para cualquier emergencia.
Aquella seción fue una experiencia estraordinaria para Antonella y los voluntarios, muchos de los cuales tubieron una inmediata recuperación, al día siguiente tenían un ánimo extraordinario, buen humor, a diferencia de lo que sucede cuando se bebe alcohol.