Luego de que Verónica, mi esposa y yo fuimos a estudiar ¿Cómo hacer negocios en la nueva Federación de Rusia? desde enero de 1992 hasta marzo de 1993, en la Universidad Politécnica de Volgogrado, donde registramos Ecuaplanta, la empresa para exportar productos vegetales de Ecuador a Rusia, que en Ecuador producían plantas medicinales deshidratadas y empacadas, y no fue posible vender plantas o tés de Ecuador en Rusia, porque había mucho papeleo y requisitos, entre ellos estudios de los efectos farmacológicos de las plantas medicinales de Ecuador, entonces, fue mejor vender rosas de Ecuador en Rusia, siendo uno de los primeros exportadores e importadores de rosas ecuatorianas a este país.
Durante 5 años esta actividad fue rentable, pero en 1997 se produjo el llamado Efecto Vodka, y las leyes cambiaron, la mafia rusa exigían más por "Krusha" o pago por protección, la policía de aduanas extorsionaba a los importadores de flores, la competencia por vender flores en Rusia aumentó, en especial con la llegada de las transnacionales de flores de Holanda, finalmente, los empleados, que eran latinoamericanos, en especial ecuatorianos, no eran confiables, las plantaciones bajaron la calidad de sus flores a Rusia y aumentaron mucho los precios, es decir me robaban descaradamente en la mayoría de las plantaciones, desde el que me vendía, en la plantación, al que desaduanizaba las cajas, el que trabajaba en la bodega, la mafia, incluso las líneas aéreas no me reponían los embarques que demoraban o se dañaron.
La muerte de mi padre, las pérdidas, la crisis económica de Rusia, las nuevas leyes migratorias, y sobre todo la separación de mi familia me obligaban que no era regresar.
Aquellos últimos días en Moscú en la Universidad Lomonosov donde tenía la bodega eran terribles, ya que no podía pagar un empleado, yo mismo hacía todo en la bodega, desde limpiar hasta dormir en ella. Los clientes ya no venían, no podía vender los cuartos fríos ni todas las máquinas que tenía desde las máquinas contadoras de dinero.
En esa angustiosa espera, encerrado en 4 paredes y solo, puede escribir en poemas lo que había vivido, por ejemplo qué era una Rosa en Moscú, cómo era un mafioso, o cómo me sentía al volver a mi país.
En el vuelo no pude dormir, sólo recordar y analizar. Vender productos perecibles como las rosas en Rusia era un gran riesgo, pues no había seguro para las flores, si no llegaban en tres días esa rosas ya estaban en malas condiciones, si no se manejaba correctamente el cambio de un avión a otro en Miami, Madrid, o Amsterdam, se perdía el embarque, si no se desaduanizaba rápido, si se demoraba en el traslado del aeropuerto a la bodega, si en la bodega los cuartos frío y la refrigeración no eran adecuadas, si los compradores manipulaban las rosas y no las compraban, si no había compradores en las 48 primeras horas. Todo era una lucha contra el tiempo, pues las rosas comenzaban a morir desde que se las cortaba en las plantaciones. En el banano las cosas eran diferente, el banano iba madurando en el trayecto de 22 días hasta Rusia, incluso requería cámaras de maduración en puertos como San Petersburgo, el cacao no tenía problemas de tiempo, ni necesitaba la red de frío como las rosas, el camarón o el pescado.
Lo ideal era exportar plantas medicinales secas, que podían durar años antes de deteriorarse. Pero no había mercado para las plantas medicinales que no fueran de la misma Rusia, en las llamadas "aptiekas", o boticas, se vendían fármacos, plantas medicinales e incluso sanguijuelas vivas.
En el avión que me traía de regreso a Ecuador, al ver los volcanes de mi país, las playas, el verdor. me di cuenta que el turismo era lo mejor que se podía ofrecer de este país, los otros productos de exportación, dañan el ambiente, las plantaciones usan pesticidas, las camaroneras antibióticos y destruyen los manglares, la pesca saquea el océano.
Al llegar a Ecuador, me enfrenté primero a mi familia que quería despojarme de todo, pues mi padre murió sin hacer un testamento. Mis hermanos tenían numerosos juicios contra dos medios-hermanos.
Podía disponer de un departamento para vivir, y otro que compré a medias con mi esposa Verónica. En una reunión pedí a mis hermanos y mi madre que me permitieran usar el espacio en la Av. Amazonas, donde mi padre había tenido su oficina, que estuvo abandonado por casi un año.
En ese lugar hice un cyber-café y una escuela de español para extranjeros, luego, logré convocar a amigos como el general José Gallardo, a un amigo inglés, que conocí en el Parque Metropolitano, donde era voluntario, llamado David Tuckett (+), a algunos amigos que tenía en el Cabo San Francisco, como Fernando Godoy, Jorge Santos y otros que conocí durante un seminario sobre eco-turismo comunitario, que se hizo en el Hotel Mercure, y algunos estudiantes de español.
Con ellos y mi esposa Verónica, el 29 de Septiembre del año 2000, empezó la Fundación a la que llamamos ECO-NET Ecotrackers Network, para promocionar el ecoturismo comunitario.