La violencia en los tiempos de la Fiebre del Camarón. Salud, política y Vida en la Mitad del Mundo. Capítulo 22







 



Mientras trabajaba en el pequeño pueblo de Salima, en el Estuario de Chamanga, de la provincia de Esmeraldas, como médico investigador de malaria, médico general y médico de emergencias, sin horario, pues me tocaba trabajar en la mañana haciendo visitas noche con los mosquitos, en la tarde con los enfermos y en la noche de los viernes y sábados con los heridos.  

Descubrimos que los mosquitos anofeles, tenían un rutina en que a las 6 de la tarde salían los jóvenes que aún no habían succionado sangre y luego de las 9 de la noche los viejos que ya habían picado a humanos, por lo tanto los más peligrosos eran los de las o de la noche.

Los dos momentos más dramáticos en el pueblo fueron uno de esos sábados en que el grito de las mujeres del pueblo me fue a despertar a la 12 la noche.  Dos hombres con machete atacaron a un tercero, a la salida de la cantina.  Aquel hombre era el mas grande y fuerte del pueblo pero estaba en un chacho de sangre sobre la tierra de la calle frente a la cantina.   Con la ayuda de los vecinos lo llevamos al interior de la cantina, donde la multitud de curiosos desde niños hasta viejos, trataban de ver la moribundo.

juntando las mesas hicimos una sola para acomodar a aquel gigante de casi dos metros, de su cabeza con cabellos ensortijados la sangre se derramaba, al inspeccionar la herida no vi masa encefálica, el corte era sólo de su cuero cabelludo, cortamos con las tijeras la camisa verde y el jean,  en los brazos y piernas tenía herida más profundas, y en la espalda que la hicimos visible desgarrando la camisa.  Me ayudaban dos mujeres.

Los curiosos se fueron acomodando, unos estaban parados otros se subieron en las mesas, eso parecía un teatro con luneta y galería.   El ruidoso motor encendía un foco  que atraía a miles de insectos.  Las mujeres espantaban a los mosquitos, para evitar que cayeran en las heridas que estaba limpiando.  Cuando localicé la arteria en el brazo que más sangraba,  limpié un coágulo,  y de la arteria saltó un chorro de sangre que llegó a una embarazada curiosa, manchando su cara y su ropa. la embarazada empezó a vomitar.   Para detener la hemorragia, colapse la arteria con una putada profunda.  Los vecinos limpiaron de inmediato el vomito, la sangre y ayudaron a la mujer a salir pero ella volvió para seguir observando con los ojos muy abiertos, como todo los curiosos como anestesiaba y suturaba al herido.  Finalmente temiendo que esto produjera una septicemia, pues el ambiente no era aséptico, le puse penicilina no solo en la nalga sino que inclusive la inyecté  en lugares próximos a las suturas.   Por suerte tenía lidocaína, antibióticos, pinzas, tijeras, use como 10 metros de hilos de sutura.  Al día siguiente visité al hombre en su casa, y lo ayudé a llegar a la lancha que lo llevó al hospital de Muisne donde continuaron las curaciones, y lo observaron por tres días antes de darle de alta.

Acostumbraba a subir por el río a un lugar donde las lavanderas no contaminaran el agua para nadar un poco pues el río frente al pueblo era turbio, lleno de paso, raíces e incluso la gente botaba la basura en el.  Salima era un pueblo de hombres, con pocas mujeres, todas ellas casadas y con hijos pequeños, y los jóvenes en especial las muchachas escapaban del pueblo apenas terminaban la escuela.  Se iban a vivir con familiares en Esmeraldas, Guayaquil o Santo Domingo.  Las pocas mujeres que había en el pueblo vivían es asedio de los hombres, por lo que era común ver a los que se metían cuando los maridos iban a trabajar en la casa de mujeres ajenas.   Es por esto que las prostitutas que venían el viernes eran las que ayudaban a a aliviar las tensiones tranquilizando a los hombres.

Pero la emergencia más dramática que tuve que enfrentar fue cuando en una nueva bronca en la cantina a un hombre le metieron  puñaladas en la axila y el tórax que cortó la arteria axilar y penetró al pulmón muy cerca del corazón.  Eran las doce de la noche, la marea estaba baja, el río no era navegable.   Usando sueros y plasma lograba compensar algo de la sangre que inundaba los pulmones, haciendo difícil su respiración.  Como a las dos horas, la marea ya permitió que la canoa en que transportamos al herido, se moviera, empujada por campesinos que hundían sus pies en el barro, hasta que llegamos a un lugar donde todos nos embarcamos y empezamos una carrera hacia el Hospital de Muisne.

Tardamos una hora en llegar a la Bocana de Bolívar,  la luna nos iluminaba, mientras yo daba respiración boca a boca al moribundo y me ayudaban a elevar las piernas para aumentar el flujo de sangre al tórax.  La lancha se detuvo, el motorista esperaba el momento para emprender la carrera entre las olas que al llegar a los arrecifes se elevaban como agujas y tras esa agujas de tres metros alto de agua venían las ola que se veían peligrosas, muy altas con sus crestas de espuma que corrían en dirección norte.

De pronto el motorista nos dio la voz de alerta.  Todos tenían tachos para sacar el agua que inundaba la lancha que trepaba una olas de hasta 5 metros, perseguida por la espuma de la cresta de las olas, y caíamos al otro lado la vació, hasta chocar con la superficie del mar, y nuevamente otra y otra ola se venían, volvíamos a subir, a escapar y a caer, hasta que como un milagro el mar estaba en calma como dormido. 

El motorista nos apuraba para que continuáramos sacando el agua que había en la lancha, que continuaba en veloz carrera al hospital de Muisne, en tanto yo y el paciente librabamos un duelo de respiración boca ca boca y masaje cardíaco para impedir que el corazón se detenga.

Llegada al Hospital de Muisne, de inmediato el herido recibió oxígeno, sangre, plasma, pero no habían un cirujano de emergencias, por lo que a primeras horas se los embarcó en una ambulancia rumbo a Quito, pues en el hospital de Esmeraldas tampoco tenían capacidad para atender esta emergencia. El paciente llegó a Quito donde sobrevivió 40 días hasta que murió.

La noticia de su muerte me afectó, pues me había jugado la vida por salvarlo y todo fue inútil.

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