Era un colegio tradicional, donde la memoria era lo importante, los alumnos se entrenaban diariamente en rezar, memorizar, repetir, lo que decían los libros y los profesores. Pensar u opinar era subversivo, mala conducta, protestar un delito, por el que los padres eran llamados al colegio y los muchachos amenazados con malas calificaciones o la expulsión. Se creaban comités de padres de familia, con dirigentes esbirros, que cubrían todo los planes y procedimientos de la monjas para explotar a los padres de familia, o intimidar a los estudiantes. Un lugar donde los niños aprendían la hipocresía, la doble moral. Para nuestras dos pequeñas niñas que vinieron de un colegio particular mucho más abierto de la costa, este colegio fue un shock.
Yo me encontraba en Rusia, que vivía su tercer año como Federación, bajo el gobierno de un alcohólico muchas veces incoherente, Boris Yeltsin, que recibió por primera vez en la historia a un presidente de los Estados Unidos, George Bush padre.
En Rusia se vivía el furor de los emprendimientos y los emprendedores, todo el mundo quería ser hombre de negocios, las mujeres modelos o trabajadoras sexuales, algo que en el comunismo estaba prohibido. Los nuevos ricos y emigrantes de rusia invadían Europa, Canadá, y Estados Unidos.
En las calles los viejos aún vendían la leche, el pan y otros productos que el gobierno les daba gratis, o a bajo precio, pero también vendían acciones de compañías estatales, que el estado quería privatizar.
En cualquier parte habían estos vendedores, y compradores de aquellas acciones, pero los más interesados en esas acciones era la mafia rusa, que tenía dinero en ese momento. gracias a la extorsión, la prostitución, la apropiación de los hoteles, bares, discotecas, salones de baile, y casinos. Este fue el origen de los ahora llamados oligarcas rusos.
Iván, que estaba deslumbrado por las jóvenes rusas, muchas de las cuales se habían convertido como en Cuba en jineteras, y se ofrecían para todo, se quedó unos días en Moscú, para vernos con su prima que trabajaba con el poderoso empresario ecuatoriano dueño del Banco de Préstamos, uno de los nuevos ricos de Rusia.
Visitamos las oficinas del Banco de Préstamos, que yo ya conocía, en un edificio moderno, que era el primer centro de negocios creado por una empresa turca, en el metro de la Universidad Patricio Lumumba, que también la fuimos a visitar y en la entrada encontramos entre pared la foto de EL CHACAL, un venezolano, que llegó a ser el más famoso asesino de espías de occidente.
Los sobrinos de Iván, que venían a estudiar, se adelantaron para asistir a clases en Instituto pedagógico de Volgogrado, donde harían una maestría.
En nuestra conversación con la prima de Iván, no quedó claro cuál podía ser el producto más conveniente para vender en Rusia, en ese momento de transición del comunismo al capitalismo salvaje. Al parecer las artesanías no lo eran, ni las plantas medicinales y la pesada maleta por la que pagué sobreprecio, no eran vendibles, pues los pasajes a Rusia habían aumentado en 10 veces más de lo que valían en febrero de 1992.
Al llegar a Volgogrado, nos hospedamos en la residencia de College de Artes. Sasha, mi contacto en Volgogrado y su esposa cubana, vivian de manera muy apretada, el común de los rusos estaba abrumados por el desempleo, por el incremento diario de los precios. Volgogrado era una ciudad pobre y de pobres. Moscú en cambio, se veían un gran incremento del tráfico, muchos autos nuevos, muchos negocios en la salida del metro.
En Ecuador teníamos que pagar al IECE el crédito que recibimos para estudiar, la alimentación y estudios de nuestras hijas. Desde Esmeraldas nuestros suegros enviaban de vez en cuando cositas y regalos que nos ayudaban mucho, mi padre, sin hacer caso a las protestas de mi madre, también nos ayudaba con la pensión de nuestras hijas en el colegio. Santiago, mi hermano se negó a devolverle a Verónica la administración del Edificio, pues a más del sueldo que recibía, recogía las cuotas de los copropietarios de los departamentos, las ponía en su cuenta y solicitaba créditos bancarios, mostrando como ingresos propios el dinero de los pagos mensuales de los dueños de los departamentos.
Para el gobierno de Ecuador, los ingresos se multiplicaron porque a más del petróleo subió de precio, Desde 1985 el petróleo estuvo muy barato, lo que aceleró el fin de la URSS. El buen precio del petróleo de Ecuador y de Rusia reanimaron la economía de estos países, pero Ecuador se había vuelto un botín, en especial Petroecuador, donde fue a parar el hermano mayor de mi gran amigo Jorge.
Las exportaciones de camarón y flores, crearon nuevo ricos, que llegaban a sus plantaciones y piscinas en enormes y muy nuevos 4x4, llenos de luces, abrían sus oficinas en la Av. El Salvador y la Shyris en Quito, o en la 9 de Octubre de Guayaquil, con grifería de oro, tenían mansiones en Samborondon o Cumbaya, donde funcionaba la Universidad San Francisco, que era ahora la nueva universidad de los ricos del país.
Los floricultores pensaban en viaje de negocios, en ferias de exposiciones de flores. En Manta, los exportadores de camarón, de pescado, y Manavisión el primer canal de television de esa provincia, financiaron la campaña de Sixto Durán, el nuevo presidente.
Ecuador además se convirtió en el principal lugar de tránsito de la droga de Bolivia a Colombia por tierra. Los carteles de Cali, y el Norte del Valle, que reemplazaron al Cartel de Medellín luego de la muerte de Pablo Escobar, y empezaron a usar a los carteles de México para introducir la droga ya no por Miami sino por el Río Grande.
Este viaje de negocios resultó un fracaso, ya no nos quedaba dinero, tan solo doscientos dólares que tenía en el bolsillo. en dos billetes, uno de ellos roto, que no me lo aceptaban en Rusia, se lo dí a Iván que iba a regresar por Francia.
En Volgogrado estaba atascado con muchas artesanías, logré vender dos cobijas de piel de alpaca, que me dieron dinero para regresar a Ecuador por Lima. Las artesanías quedaron en el College de Artes de Volgogrado a cargo de Sasha y los sobrinos de Iván, que debía venderlas y enviarme el dinero, pero nunca lo hicieron.
De regreso en Moscú me volví a reunir con los peruanos que nos ayudaron a Verónica y a mi persona a viajar con sobrepeso en el mes de febrero, cuando regresamos de estudiar en la Politécnica de Volgogrado. Ellos me pidieron que les enviara flores de Ecuador, que era lo que mejor se vendía en ese momento en Rusia, pero que las flores tenían que tener tallos de más de 70 centímetros, de preferencia de un metro, y cabezas o botones grandes, de más de 8 cm, si era posible, no debían ser amarillas, yo ni siquiera sabía que eso se produciría en Ecuador.
Regresé para Navidad, con una mano adelante y otra atrás, endeudado, sin saber qué hacer.