Salud política y vida en el gobierno de Sixto Duran Ballen. La fiebre de las rosas, El corazón de las rosa segunda parte capítul 1

 En febrero, víspera de las nuevas elecciones de 1992, regresamos Verónica y yo de estudiar en Rusia, en la Universidad Politécnica de Volgogrado, donde finalmente y luego de muchos problemas, logré legalizar en esa ciudad mi empresa ECUAPLANTA, para vender productos ecuatorianos en ese país.
El gobierno de Rodrigo Borja, y su partido Izquierda Democrática estaba por concluir, fue el primero en décadas, donde el vicepresidente no fue un conspirador a sueldo, algo que incluso en el gobierno de León Febres Cordero no pudo evitar, ni el gobierno de Rafael Correa y Lenin Moreno. 

Por lo general los vicepresidentes serranos eran los conspiradores, en el gobierno de Rodrigo Borja y en de Rafael Correa cuando su vicepresidente fue costeño, el Ing. Jorge Glas, los vicepresidentes no fueron conspiradores, pero en el gobierno de Jaime Roldós, su vicepresidente serrano Jaime Hurtado fue un conspirador a sueldo, igual lo fue Blasco Peñaherrera, en el gobierno de León Febres cordero que intentó ser presidente cuando a León Febres Cordero lo secuestraron en Taura los militares dirigidos por Frank Vargas Pazzos, pero el más hipócrita, mentiroso y oculto conspirador a sueldo fue Lenin Moreno, cuando fue vicepresidente de Rafael Correa, esperó  10 años para traicionarlo, perseguirlo y hasta tratar de apresarlo.

Luego del gobierno de Rodrigo Borja, a pesar de haber sido un gobierno progresista, honesto, y que cambió a Ecuador, porque cambió la opresión sobre los indígenas que existía desde hacía 500 años,  les dio tierras, educación bilingüe en su propio idioma, y cambió la salud en Ecuador, pues logró combatir la malaria, el cólera, mejoró el saneamiento ambiental en pueblos y barrios del país gracias a su ministro el Dr. Plutarco Naranjo, sin embargo no ha vuelto a ser gobierno desde hace 30 años, pero  fue dueño  del municipio de Quito, con el general Paco Moncayo y de la Prefectura de Pichincha hasta el 2008, en que el Movimiento Alianza País, le quitó a sus figuras políticas o dirigentes,  a su electorado, el Municipio de Quito y la Prefectura de Pichincha.

Al regresar a Quito, al edificio en que teníamos nuestro departamento, mi hermano Santiago, que se hizo cargo de la administración del edificio luego de solicitarle a mi esposa Verónica le dejara dicha administración, se había convertido en nuestro enemigo.  Ocupaba el departamento del 7mo. piso, que era de mi propiedad, como parte de mis acciones  del edificio.

Mi padre,  que tuvo que viajar a Estados Unidos, para operarse de un aneurisma de aorta, tenía problemas renales, por una mala intervención quirúrgica en Texas, que lesionó más sus riñones, que ya tenían problemas.
Esto le obligó a usar el servicio de hemodiálisis cada tres días. Mi abuela, que vivía en la hacienda, había sido sacada de allá e internada en un asilo de ancianos, siendo una persona lúcida, autosuficiente, que tenía sus gallinas y quesos que los producía para autosustentarse, mientras vigilaba la enorme hacienda de mi padre, de más de 900 hectáreas, con dos ríos, pastizales, cercas, casa de dos pisos de cemento, establos de ordeño, el baño del ganado, agua, electricidad, radiotelefonía, tractores, un camión y dos 4x4, y doscientas cabezas de ganado. 
 Apenas llegué saqué a mi abuelita de aquel horrible lugar en San Rafael, un barrio rural de Quito, donde estaba presa con viejos decrépitos, la regresé a la Hacienda que entonces se llamaba Imperio.
Mi hermano, mi madre y mis hermanas habían conseguido sacarle de la hacienda a mi abuelita para apropiarse de esas tierras, pues mi padre que ya no podía ir todos los fines de semana, ni conducir solo, pagaba a mi hermano con la leche y parte de la venta del ganado de carne para que la administre.
Ni siquiera las cartas y postales que enviamos por un año, cada  mes, desde Rusia a mis hijas y mi suegros se las entregaron.

 En el edificio, mis hermanos habían colocado un portero, y a los vecinos en contra nuestra,  desde entonces vivimos el asedio, la hostilidad, en todas las formas posibles. 
 En tanto en Esmeraldas donde estaban nuestras hijas con doña Marujita, don Ramón, los padres de Verónica, y con Jackson, su hermano, que se convirtió en el tío adorado, las cosas eran diferentes, nuestras hijas estudiaban en el mejor colegio de la ciudad, que lo pagaban mi suegros, practicaban tenis en el club de tenis al que Jackson era parte, con otros socios. La ciudad de Esmeraldas, que en los tiempos del Fenómeno del Niño de 1982, era un lodazal, llena de basuras, ahora era una ciudad limpia, alegre, muy dinámica con los tres puertos,  el puerto petrolero, el puerto comercial, y el puerto pesquero. Mi cuñado que trabajaba en el Banco de  Vivienda, y estudiaba periodismo, trajo el diario La Hora a Esmeraldas,  había, television, telefonía, los barrios miseria como el Pampón o Isla Piedad habían sido rellenados,  tenían alcantarillado, pero el agua potable seguía siendo un problema.

En un año de ausencia hubieron muchos cambios, mis hijas Antonella y Carmen Verónica  habían crecido mucho y se las veía alegres, felices.  
En las elecciones ganó el arquitecto Sixto Durán Ballén, ex alcalde de Quito, nació en Estados Unidos y ayudó a reconstruir la ciudad de Bahía, luego de un terremoto. 


El nuevo gobierno era de tinte neoliberal, y la política neoliberal la dirigía un economista dogmático estudiado en Estados Unidos, Alberto Dahik, que lo primero que quiso hacer fue privatizar el Seguro Social y hacer desaparecer el Seguro Social Campesino, un seguro  de salud para los campesinos que los financiaba los trabajadores asalariados de las ciudades, lo que produjo huelgas y levantamiento que afectaron  seriamente al nuevo gobierno en sus primeros días, pues el Seguro Social y el Seguro Social Campesino, creado en 1968, se habían convertido en los mejores prestadores de servicios de salud del país en el campo y la ciudad.



Cerca de Quito, y la Sierra Norte del país, la exportación de flores se volvió el gran negocio.  En las haciendas ganaderas, se hacían invernaderos, donde se cultivaban, rosas, gipsófilas, claveles, y astromelias.  Esto fue posible porque el transporte aéreo de Quito a Estados Unidos y Europa atrajo a las líneas aéreas, que en un primer momento ocupaban parte del espacio para las maletas, con las cajas de flores, y estas llegaban en 6 a 8 horas a Norteamérica o Europa, los cuartos fríos que ya existían en esos aeropuertos se llenaron de flores ecuatorianas, las empresas de carga aérea implementaron cuartos fríos en el Aeropuerto Mariscal Sucre.
En las plantaciones  se requería hasta 10 trabajadores por cada hectárea de flores.  lo que produjo una nueva ola migratoria interna en Ecuador,  esta vez a los cantones de  Quito, como Cayambe, un cantón de la provincia situado en la Mitad del Mundo, que producía las mejores flores por la altura y la radiación del sol,  luego a otras provincias  como Imbabura y Cotopaxi, las provincias más cercanas a Quito en la Sierra. 
Curiosamente las industria de las flores, que empezó en Colombia, entonces el primer exportador mundial de rosas, se trasladó a Ecuador, pues las rosas tienen flores más grandes y tallos más largos cuanto a más altura están los invernaderos y más horas de sol reciben, lo que es posible en la Sierra Norte de Ecuador.

Los grandes terratenientes y ganaderos de estas provincias volvieron a ser ricos, luego de ser duramente golpeados por la Ley de Reforma Agraria, y las leyes laborales, que les obligaban a pagar mejores salarios,  seguro a los peones,  y que cercenó sus propiedades.  Cada hectárea de flores  costaba 30.000 dólares,  pero producía hasta 300.000 dólares anuales.
Los trabajadores de las plantaciones estaban expuestos a pesticidas,  a trabajos rutinarios que agotaban su salud rápidamente,  por lo que en las grandes plantaciones que tenían más de 300 trabajadores,  había médico o enfermera y guarderías infantiles.  Es una agroindustria altamente tecnificada, que usa riego por goteo, máquinas y aparatos sofisticados, y la genética, la nueva ciencia que revoluciona el mundo.
Las rosas eran una moda, cada año, una nueva variedad de rosas había que injertar para venderlas, lo que significaba un gran negocio para los holandeses, que son los que crean la moda de las rosas.  Los holandeses  pusieron una empresa cera de Quito, para producir nuevas variedades de rosas y vender los tallos a las plantaciones de todo el mundo.

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