Del populismo a los patriarcas de la componenda. Salud, politica y vida en La Mitad del Mundo. Capítulo 2


Mi año de interno rotativo en el Hospital Franklin Tello de Esmeraldas fue un año perdido dentro de mis estudios de medicina, pues los profesores que tenía, eran lo peor de lo peor, excepto el Dr. Walter Caicedo, un pediatra recién egresado de su posgrado en la Universidad Central de Quito.  La situación era tan crítica, que durante 6 meses no funcionaron los dos quirófanos porque se habían contaminado, y no los podían descontaminar. Los pacientes que requerían cirugía era llevados a clínicas particulares, donde los médicos de este hospital los operaban y facturaban al paciente y al gobierno. lo mismo pasaba con los exámenes médicos, las radiografía,  y hasta los medicamentos que los pacientes tenían que comprar, por lo general  en las farmacias privadas de los médicos del hospital o sus amigos.
Los turnos eran de 30 horas, pasando un día, dos y a veces tres veces por semana.  En mi tiempo libre me iba a visitar a Jackson Maldonado, mi amigo que lo conocí en Quito, y a su hermana, de quien me enamoré hasta que nos casamos,  a los pocos meses de conocernos un día 30 de agosto, y la boda eclesiástica fue 4 de septiembre de 1982, hace 40 años.
Todavía creo que ella tomó una decisión loca, pues tenía muchos mejores partidos que yo, y el que competía conmigo en ese momento era un joven capitán griego, de uno de los más grandes buques petroleros, que la colmaba de regalos.  Ella dice que me escogió porque la embobé y porque no quería irse del país.
El dia de la boda fue trágico.  La hicimos en Esmeraldas.   Mis padres, hermanos y amigos viajaban desde Quito, pero en un puente pasando Quinindé se accidentaron, uno de mis amigos salió disparado del cajón de la camioneta hacia adelante, muriendo.  Él era de Manabí, ese mismo día de la boda, algunos de mis amigos fueron llevando el cadáver a su familia en esa provincia.  
Me tocó la dura decisión de parar la boda o continuar, y decidí continuar.  Celebramos la boda. Fuimos a pasar nuestra noche de bodas en Tonsupa, primero en un humilde cuarto y luego en un hotel. 
Cada fin de semana íbamos a Esmeraldas para estar con la familia. En el pueblo , atendía a los pacientes en la mañana y en la tarde iba de casa en casa visitandolos, para preguntarles sobre su salud, constatar las condiciones de vida, preguntarles sobre plantas medicinales y alimentos del lugar, pues me había comprometido con mi profesor de Psicología Médica, Eduardo Estrella, de quien fui ayudante de cátedra en la Universidad Central, Eduardo Estrella, que había sido director del Instituto Nacional de Nutrición y estaba escribiendo un libro sobre sus investigaciones  de los alimentos nativos de América,  que lo llevó  incluso a investigar en España  en el Archivo de Indias, durante su año sabático.
En tanto en el gobierno de Hurtado, las cosas iban de mal en peor. No existía inversión estatal, en los campos no había agua potable, alcantarillado, ni saneamiento ambiental,  por lo que eran focos infecciosos más serios. en que la malaria, el tétanos, las poliparasitosis, la diarreas cobraban la vida de niños, jóvenes y adultos. 
Para enfrentar esta catástrofe sanitaria, el trabajo de los médicos rurales, era insuficiente. La Organización Campesina OCAME, había formado promotores de salud desde 1972.  Yo siendo estudiante de medicina participé durante una de mis vacaciones como instructor de parasitología, en un curso en la finca en Puerto Nuevo, a la que llegue en una lancha, por el Río Sucio.  El taller fue con un médico voluntario italiano llamado Mauricio. Mattei. Este taller fue el que me inspiró para querer volver, y trabajar con los Promotores de Salud de la  OCAME y los padres de la Teología de la Liberación Graciano y Julián.
Graciano subía por los ríos cargado de medicinas, además tenían una farmacia en Muisne, con medicinas donadas y compradas. 
En el mes de octubre empezaron la lluvias.   Una cortina de agua caía del techo del dispensario todos los días, el río bajaba con árboles,  los pescadores ayudaban a sacar las vacas arrastradas por la corriente hasta el mar. En el pueblo las casa que eran sobre pilares, se llenaba de las raíces,  y hasta culebras que arrastraba la correntada, que además destruyó casi  la mitad de las casas, que estaban cerca a la orilla o la playa. 
Una niña fue mordida por una serpiente X, que produce coagulación vascular diseminada, no teníamos en el subcentro suero antiofídico, así que la llevamo en una camilla corriendo por la playa y para sortear el acantilado entre el Cabo y Bunche los campesinos hicieron acrobacias.  Cuando llegamo al hospital de Muisne, tampoco tenían suero antiofídico, así que usamos coagulantes y antihistamínicos, finalmente un culebrero la salvó con tomas, ella perdió los músculos de la pierna  que quedó deforme,  por donde ya sudaba sangre.




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