Preferí que el parto fuera en casa porque el parto en los hospitales de Esmeraldas era traumático para la madre y la criatura, pues conocía como trabajaba el hospital Delfina Torres, recientemente inaugurado después de un incendio que dejó por años sin un buen hospital a esta provincia.
Para aquel entonces no habían aún los tomógrafos, y el sexo de la criatura era una sorpresa, así que por el tamaño, pensé que sería niño pero nació una niña muy grande y muy sana. Cuando dije un poco desilusionado que era niña, Verónica se enfadó y desde entonces me recuerda mis palabras cada vez que se enfada conmigo.
Los cuatros fuimos a vivir en Atacames, y me encantaba ver a mis dos hijas correr juntas por la playa. Pero la situación sanitaria de este cantón, se complicó con la llegada de una peste de tifoidea y malaria que ahuyentó el turismo.
Don Sebastián el boticario se enfermó. La fiebre tifoidea se complicó con una apendicitis que rápidamente produjo una peritonitis, por lo que le llevamos a una clínica privada en Esmeraldas, donde lo operaron. pero dejaron una gasa en el abdomen, lo que complicó su salud.
Su familia lo trajo a una clínica privada en Quito, donde lo volvieron a operar repetidas veces y lo tuvieron en agonía por meses, hasta que lo mandaron en una ambulancia a morir en Santo Domingo.
En Atacames, la ausencia de don Sebastián me afectaba económica y moralmente, pues el era el que siempre me alentaba diciéndome.... entrele con chalaca doctor.
Finalmente nos vestimos de negro para ir a su funeral en Santo Domingo, junto con otros moradores del pueblo, que llegaron en una ranchera, pero cuando llegamos, aún estaba vivo.
En el lugar donde agonizaba, había una pestilencia que salia de la casa. Al entrar en la habitación estaba su esposa y sus pequeños hijos, con el sufrimiento prolongado y la incertidumbre en sus rostros.
Verónica y yo nos acercamos a don Sebastián, que apenas pesaba 50 libras, era hueso y pellejo, con los ojos completamente hundidos, tomó de mi mano y me acerque lo que mas pude a su rostro para escuchar lo que decía, pues no tenía fuerzas ni para hablar.
-Quiero que usted me cure con sus plantas, yo se que me va a salvar - me susurró al oído.
Entonces ordené que comprar en el mercado mático, una planta y guarango una semilla con vaina de un árbol, guantes, gasas, una pinta de sangre y sueros.
Cocinamo grandes ollas con estas plantas y con Verónica y doña Mechita la esposa de Sebastián lavamos minuciosamente los intestinos visibles pues la piel había desaparecido, y se veía como salia por ellos los alimentos. Fueron muchos baldes de pus y agua fétida que salieron.
Pasamos toda la noche haciendo el lavado, y compensando con sangre y sueros el volumen circulatorio, hasta que lo logramos. Esto se repitió doña Mechita por varios días. Los fines de semana durante el mes siguiente lo curaba y de manera asombrosa la piel volvió a cubrir el abdomen, pero no retornó la pared muscular, por los que se podia ver el movimiento intestinal bajo la piel.
A los tres meses don Sebastián volvió a la vida, y es más, embarazó a su mujer, pero se mudó a otro local más barato con su farmacia, en la entrada de Atacames, lo que me afectó económicamente.
Durante la peste de tifoidea y malaria y luego de su pico máximo de infección, el turismo decayó, aumentó el microtráfico de drogas, la prostitución de menores, las enfermedades de transmisión sexual, apreció la epidemia del VIH-SIDA y del papiloma virus, los hippies desaparecieron, comenzaron a llegar los backpackers, que entonces eran trabajadores y estudiantes pobres de países desarrollados, que ahorraban dinero para viajar por meses en países pobres, como Ecuador, Guatemala o Bolivia que eran los más baratos, pero estos backpackers solo pasaban un día en Atacames, preferían playas nuevas como Mompiche, Montañita o Canoa, donde podían practicar el surf, que se puso de moda.
Atacames fue invadido por el turismo pobre de Ecuador y Colombia, que llegaba en buses, donde comían y dormían, en carpas, donde ellos se preparaban su comida para no enfermarse y ahorrar dinero. La llegada de pobres a Atacames ahuyento a los ricos, que se fueron a Same donde construyeron una aldea turistica de casas cemento con canchas de golf y piscinas, o a Tonsupa donde compraban o alquilaba departamentos de lujo frente al mar.
Atacames se convirtió en la playa de los pobres, los ladrones, microtraficantes, que no faltaban en las discotecas, bares, restaurantes. Se desbocó la prostitución frontal o camuflada. La vida familiar era muy difícil, los jóvenes eran fácil presa del sexo, las drogas, las discotecas, y la diversión desenfrenada. En este ambiente era muy complicada la vida familiar, y que los hijos no cayeran en vicios o en el bajo mundo. Era común que las hijas jovencitas se convertían en objetivo de los galanes microtraficantes de la playa que las acosaban y atrapaban en la playa, los ruidosos bares, o discotecas.
Por recomendación de mi padre dejé ese lugar y vine a Quito, donde me cedió uno de los departamentos que los tenía como parte de una compañía, con acciones a mi nombre, en la Av. Colon.
En Quito, fui a ayudar a los curas Graciano y Julián, los curas de la Teología de la Liberación que los había sacado de Muisne, donde los conocí 10 años antes. A Julián el presidente León Febres Cordero finalmente lo deportó a Italia, y a Graciano que lo envió con el Padre Carollo, un influyente sacerdote que era el párroco de la Quito Sur un nuevo barrio al sur de la capital.
Acompañaba a mi padre todos los fines de sama a la Hacienda Imperio, de casi mil hectáreas, que tenía en el bosque nublado de los Ilinizas, a 40 minutos de Quito, en el Atenas un caserío de la parroqui Tandapi en la vía Quito Guayaquil. Ahí vivía mi abuela que a la que quería más que a mi madre, lo que me causó desde la infancia problemas con mi mamá.
En ese lugar descubrí plantas medicinales como la guaviduca, la pedorrea, la quinina, la sangre de drago entonces me dediqué a secarlas y a enfundarse para venderlas en las tiendas naturistas, lo que me daba ingresos económicos.
En la Facultad de Medicina me volvieron a contratar como jefe del departamento de audiovisuales, con una mala paga, pero mejor que nada.
Finalmente se terminó el gobierno de León Febres Cordero y vino el Gobierno de Rodrigo Borja, que enfrentó la llegada de la peste del cólera, por primera vez al Ecuador. Esto hizo que su gobierno se concentrara en la creación de infraestructura sanitaria. en pueblos y ciudades del país y en una campaña para combatir la malaria en Esmeraldas.