En 1982, las lluvias por el fenómeno del Niño eran espantosas, los truenos, hacía que los campesinos y pescadores se acordara de Dios y del gobierno de Oswaldo Hurtado.
Doña Brígida, la curandera del pueblo y la madrina principal del Centro Infantil de la organización OCEME. luego de su trabajo con los niños, iba a dirigir el rezo en la iglesia de San Francisco de Asís, donde su imagen en una estatua de casi metro y medio era el centro de oraciones y plegarias.
Las palizadas que traía el río y los aguajes de un Oceano Pacifico fruisos, creaban pozas donde los camarones crecían por todo lado.
El cierre de la carretera de tierra al Cabo, donde las rancheras tenían que cruzar ríos en como el de Quingue, que crecía hasta dos metros luego de las tormentas, obligaba a los pasajeros a pernoctar en las casuchas del pueblo en una loma, con la una impresionante vista al mar.
Para salir a Esmeraldas a cobrar el sueldo, visitar a las familias, hacer compras, había que caminar del Cabo a Bunche, por una carretera llena de lodo, en medio de la selva llena de aves, porque caminando por la playa, el peñón entre los dos pueblos era peligroso cuando la marea y las olas golpeaban aquella peña vertical de 100 metros de altura.
En el camino los mosquitos que nos sólo atacaban a las personas sino al ganado, aparecían como una nube, y poco antes de llegar a Buche, en una planicie donde estaban construyendo la primera camaronera en un manglar, los cangrejos azules eran los agresivos dueños de la vía. De ahí a Muisne había que tomar una lancha, o una canoa, para navegar por un pacífico estuario rodeado de manglares hasta la isla, que estaba llena de palmas de coco. que crecían gigantes en una arena blanca.
Muisne era una isla paraíso, con una arquitectura de madera, excepto en el municipio y el hospital, donde trabajé los tres últimos meses de mi internado rural, sin autos. Bucheli, alcalde, por décadas, era un hombre, blanco, alto, con sombrero de cowboy, como de vaquero del oeste norteamericano, tenía más 10.000 hectáreas en Bolívar y Portete. Lo conocí en 1973, cuando me dí la vuelta al Ecuador con una mochila, me trajo en jeep willys rojo por la playa.
Salir de Muisne a Esmeraldas por la nueva vía en construcción era también otra proeza, los pasajeros teníamos que empujar a los buses y rancheras que se atascaban en un lodo amarillo, que era irritante de la piel.
En la isla, la OCAME estaba construyendo su sede, una casa de madera de dos pisos, tenía un aserradero y una plataforma de concreto, para secar el cacao que los campesinos traían en baba, es decir con la cáscara. Además una lancha canoa muy larga, con un gran motor fuera de borda.
Entonces el gobierno empezó una campaña de vacunación contra el tétanos, el sarampión, la tosferina y de prevención de la malaria con tabletas de cloroquina, que se las daba a los que presentaban síntomas luego de un examen de las placas de sangre, que los promotores de salud y los trabajadores de malaria, que fumigaban con DDT las viviendas, recogían.
La malaria por el anofeles y luego, algunos casos de encefalitis por la picadura de un mosquito negro, que abundaba en las camaroneras y estanques por las palizadas, también se presentaron.
Muisne se convirtió además de un polo infeccioso de malaria, tuberculosis, y paragonimiasis, por el parásito de un cangrejo de los manglares, la pangora, que ataca los pulmones, como la tuberculosis, pero el paciente expulsa sangre coagulada, no roja,
Con Verónica y Fernando Godoy, uno de los líderes de los promotores de salud, subimos por el Río Bunche hasta las montañas, de Matambal, a vacunar y repartir leche avenia, por un río encañonado, por el que no pudimos regresar, pues arrastraba árboles gigantes.
La primera noche en las montañas dormimos en el piso de madera de una casa campesina, donde nos dieron de comer un extraño animal, que luego nos dijeron era un zorro. En Matambal la gente era blanca, de ojos azules, a diferencia de los mulatos, negros y cholos pescadores del Cabo. Eran personas de la provincia vecina de Manabí, que debido a las brutales sequías o inundaciones, que afectan a esa provincia, que es muy plana y deforestada, creó una una cultura de violencia, que los convirtió en famosos bandidos de la Costa. De los moradores del Cantón Chone, ha nacido el más poderoso cártel de narcotráfico del país, Los Choneros, Algunos de estos campesinos eran bandidos perseguidos que se escondieron con sus familias en estas montañas.
Bunche. el pueblo del que salimos era el pueblo negro más antiguo de la costa del Pacífico de Sudamérica, nació de esclavos que escaparon de un un galeón que naufragó en Portete, en el siglo XVI, y se asentaron en este lugar, sitio de indios feroces como los Niguas, porque encontraron cascadas de agua dulce, ya que los ríos próximos a la playa. tienen agua salobre. En ese tiempo un esclavo negro era lo más valioso, gracias a machetes que les dio el pirata inglés Francis Drake, resistieron.